ARTÍCULO: Häxan: La brujería a través de los tiempos (1922)

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Häxan: revisión de un documental de terror Folk (por Pere Guiteras)

A pesar de que, en demasiadas ocasiones, actualmente parece el gran olvidado, el cine mudo nos ha dejado joyas imborrables en la historia del séptimo arte. Desde comedias como Tiempos Modernos (1936) de Chaplin o El Moderno Sherlock Holmes (1924) de Keaton, pasando por el terror de Nosferatu (1922) o El gabinete del Doctor Caligari (1922), ambas joyas del expresionismo alemán, así como la ciencia ficción de Metropolis (1927) o la pionera Viaje a la Luna (1922) de Georges Méliès, entre otros géneros.

Häxan (1922) es considerada parcialmente documental, al basarse en el estudio, por parte de su director Benjamin Christensen, del Malleus Maleficarum (1487). En esta coproducción sueca y danesa, además de desglosarnos sus experiencias con este manual para inquisidores, también incluye su propia visión de cómo hubieran sido estos juicios, así como los supuestos aquelarres. Después de estudiar concienzudamente la temática durante dos años, Christensen obtuvo financiación y total libertad artística, por parte de la productora sueca Svensk Filmindustri. Fue la producción escandinava más cara del cine mudo, cercana a los dos millones de coronas.

La trama se divide en siete fragmentos. En el inicial, se explican diferentes representaciones medievales del sistema solar, en un modelo geocéntrico donde la Tierra es el centro del Universo. Mediante grabados, podemos observar el concepto del Infierno contemporáneo, con sus respectivos demonios. Esta secuencia es quizás algo lenta, pero no menos interesante. Le sigue una parte donde vemos a Christensen interpretando al mismísimo Satanás, para tentar a una mujer fuera de la cama donde dormía con su marido, además de atormentar un grupo de monjes. También vemos una monja que le compra una poción de amor a una bruja, para seducir a un monje (quien más tarde encarnaría al inquisidor), mientras otra bruja sueña con Lucifer.

Del tercer al quinto fragmento, se centra en narrar de qué manera, las autoridades religiosas de antaño torturaban a las mujeres acusadas de brujería, en crueles juicios donde se les obligaba a admitir la culpabilidad. Vemos como la mujer de un fallecido acusa a una bruja de haberlo hechizado. Después de forzar su confesión, la bruja admite los hechos y describe el Sabbath con todo lujo de detalles, en una fiesta donde brujas y hechiceros terminaban besando el culo del macho cabrío. Decide acusar a otras mujeres de esa familia de brujería, como si hubieran formado parte de la bacanal. Incluso la propia viuda termina siendo condenada al fuego “purificador”, cuando el inquisidor afirma que le ha incitado a pecar, tras haberle tocado el brazo…

Para finalizar, el director danés nos invita a reflexionar sobre la importancia de los avances médicos, para comprender mejor actualmente las diferentes patologías, en lugar de caer en supersticiones baratas. Seguramente entonces se condenó, bajo un pretexto injustificado de artes oscuras, a personas que padecían enfermedades mentales o trastornos. No pude evitar reírme en una secuencia, donde una monja roba una estatua de Jesús en un convento, para después sacar la lengua en tono burlesco. Esto se compara, en tiempos modernos, con pacientes que padecen de sonambulismo y cleptomanía. La ducha fría como analogía de las hogueras.

Extraña y graciosa a partes iguales, creo que Häxan logra denunciar algo que, todavía en pleno siglo XXI, parece estar a la orden del día. Ya que, escudado bajo un débil manto religioso, todavía un sector de la población sigue culpando a la mujer de incitar al pecado, como si hiciera desviar al hombre del camino recto. Es importante tener capacidad crítica, en especial frente a aquellos que ostentan el poder. Mientras en nuestra sociedad tengan cabida mensajes de discriminación por razones de sexo o preferencias sexuales, además de por ideología o lugar de procedencia, todavía nos quedará un largo camino por recorrer.

El arquetipo de la bruja: un diálogo sobre el género entre pasado y presente (por Tania Giménez)

No nos pondremos a hacer un análisis sobre la brujería como símbolo en el cine ni repasaremos su historia, aquí nos vamos a centrar en crear una analogía entre el símbolo y las luchas reales, en trazar paralelismos entre los tropos del pasado y las realidades del presente desgranando los estereotipos y las críticas sociales que podemos encontrar en ‘Häxan’.

La brujería y la figura de la bruja se han utilizado – y se continúan utilizando – con frecuencia en cualquier tipo de arte, y siempre es un personaje ambiguo, que se mueve básicamente entre dos terrenos: el de heroína feminista o el de monstruo patriarcal. Y es que las sociedades patriarcales que utilizan herramientas opresivas para marginalizar a distintos grupos de la población no son algo nuevo ni tampoco algo que hayamos dejado atrás. Y así lo demuestra la película de la que hablamos, que pone de relieve la capacidad del ser humano para oprimir siguiendo sus supersticiones o creencias. De hecho, en ‘Häxan’ la bruja no es la mala, sino que los malos son los curas y la policía. Las figuras de autoridad.

Christensen utiliza la historia de la brujería para mostrar que la opresión hacia la mujer tiene distintas formas según el contexto histórico. Él en concreto utiliza la teoría psicoanalítica de la época que vinculaba la enfermedad mental – o más concretamente la histeria – con el Diablo y con todo tipo de males sobrenaturales urdidos por El Maligno. Y esto no es algo que haya cambiado, porque en 2023 una mujer empoderada es una histérica.

‘Häxan’ hace una revisión cuasi feminista (tal y como definió Chloé Germaine Buckley a esta película en un interesante ensayo de 2019) de la brujería y de la representación de las brujas, reconociendo la sempiterna misoginia y violencia institucional. Violencia no solo hacia la mujer, sino también hacia el feminismo. Al mismo tiempo que encontramos referencias a estereotipos grotescos y malvados – la bruja volando sobre un monstruo, o convirtiéndose en animal, o comiendo niñxs, etc. – que se utilizan para ilegitimar el poder femenino, el director hace una sutil crítica sobre cómo el prototipo de la bruja malvada es una herramienta muy práctica para propagar ideas misóginas que se continúan perpetuando en producciones más recientes. Christiansen, de lo contrario, en vez de repetir patrones antiguos sobre mujeres, abre un discurso entre el pasado y el presente.

Pero también hace uso de lo grotesco. Diferente teóricxs han hablado sobre el grotesco femenino en el arte, desde Philip Thomson hasta Mary Russo. De hecho, Thomson decía que el grotesco femenino suscita a la vez repugnancia y fascinación, humor y terror. Estas contradicciones forman parte de una estética que revela ideas binarias basándose en una antigua asociación cultural de la mujer con la naturaleza que no siempre es empoderante y que sitúa el papel del cuerpo de la mujer en el discurso de lo grotesco.

Si hablamos del cuerpo y del grotesco femenino, no podemos obviar algunas de las escenas de la posesión de la Hermana Cecilia. El productor Alain Silver afirma que la película tiene un mensaje subyacente que habla de la represión sexual y que ésta tiene un «mensaje libertario», siendo la posesión demoníaca el resultado de la «continencia sexual antinatural que se exige a las jóvenes monjas». Por tanto, como comentábamos al principio, la película sigue una línea ampliamente freudiana al vincular la posesión con la histeria. La base de esta idea es que los deseos sexuales reprimidos son dinámicos y, en lugar de permanecer latentes, encuentran activamente formas de realizarse de manera exagerada y extrema». La represión sexual pesa fuertemente sobre las mujeres en el siglo XXI. Si no exhibes tu deseo eres una reprimida, y si lo liberas te criminalizan.

Pero, posiblemente, lo que más sugieren las recreaciones de ‘Häxan’, es que las luchas de género y de clase intersecan; las brujas no son solo mujeres, sino que son mujeres pobres. Christensen otorga de cierto poder a lxs oprimidxs y a lxs pobres (haciendo hincapié en el estatus precario de las mujeres: es peligroso ser vieja y fea, pero también joven y guapa) para, de esta manera, subvertir el orden social habitual y burlarse de las figuras de autoridad. Así, el director lanza una crítica social que provoca simpatía por la situación de lxs marginadxs, lxs pobres y lxs maltratadxs. ‘Häxan’ también revela los límites de una representación casi carnavalesca: el poder que les otorga es solo temporal y la jerarquía social se restablece rápidamente con fuerza represiva.

Aunque ‘Häxan’ refuerza los estereotipos de la Edad Moderna arraigados en la misoginia mediante la reproducción de ciertos tropos como la asociación de la mujer con la histeria, es cierto que Christensen no solo inauguró una tradición de reinvención continua de la figura de la bruja dentro del cine de terror o del terror folklórico, sino que también nos da una representación ambigua del poder y el victimismo femeninos que sigue siendo eficaz hoy en día.

Bibliografía

Buckley, C. G. (2019). Häxan: “Let Her Suffering Begin”. criterion.com.

Thomson, P. (1972). The Grotesque. Londres: Methuen & Co Ltd.

 Silver, AlainUrsini, James, eds. (2001). Horror Film ReaderLimelight Editions. p. 248. ISBN 978-0879102975.

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