ARTÍCULO: La doble vara de medir la presunción de inocencia: Rammstein y otros casos no aislados

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Cómo nos gustaría que este artículo fuera para reseñar algún álbum nuevo, o para contar qué tal nos fue por determinado concierto o festival, pero no. Aquí estamos, una vez más, presenciando el sistema patriarcal y machista en todo su esplendor dentro de bandas mundialmente famosas de la escena del metal. En efecto, de los alemanes Rammstein vamos a hablar en este artículo. Para no dejarnos ningún detalle, vamos a desmenuzar esta casuística punto por punto.

Casi cualquier persona que esté dentro de la escena del metal conoce Rammstein, nos guste más o menos musicalmente, pero es innegable que se trata de una banda mundialmente conocida. Hace unos días, una chica llamada Shelby Lynn acudió a un concierto de la banda alemana en Vilnius, Lituania. La chica contó, a través de su Instagram público, cómo contactó con una mujer que se autodenomina “directora de casting” (de la banda, claro) vía Instagram para informarse de cómo podría ir a una de las after parties del grupo. Por lo visto, Rammstein hacen fiestas pre y post de sus conciertos, también tienen una especie de “fila 0”, para las cuales buscan en redes y en el propio recinto del concierto a un cierto perfil de chicas (esto es; guapas, jóvenes y con un “look” alternativo). Y, por supuesto, siempre fans del grupo. Shelby no solo fue a la denominada fila 0, sino que la invitaron a la pre-party en el mismo recinto, con la promesa de conocer al vocalista, Till. No es necesario entrar en detalles innecesarios y morbosos, pero ahí todo fue turbio, escabroso, peligroso… También lo fue en la after-party. Tanto que ella afirma, tras atar cabos, que le pusieron droga en la bebida. En una bebida que Till sirvió y animó a tomar a todas las chicas (de las cuales ninguna llegaba a los 30 años). Incluso despertó al día siguiente con moretones y marcas de dedos por su cuerpo, sin poder recordar qué pasó al intuir haber estado bajo los efectos del GHB (cabe remarcar que el GHB se trata de una sustancia imperceptible para la víctima y que es indetectable en el cuerpo al cabo de 3 – 4 horas).

Till Lindemann, vocalista de Rammstein

A partir de aquí sucede lo de siempre: las autoridades no ayudan a Shelby, los test toxicológicos dan negativo (véase la referencia anterior entorno al GHB), decenas de víctimas que deciden hablar, búsquedas de Internet que resultan en testimonios de casos similares de hace una década, todo tipo de agresiones y abusos por parte de Till y su entorno… Y el habitual debate verdad/mentira, cero autocrítica, la exigencia de pruebas a la(s) agredida(s), la negación, pero, sobre todo, las burlas hacia la mujer, la humillación… La habitual culpabilización y revictimización de la superviviente. Porque, aparentemente, ella es la única responsable. Incluso la banda ha ejercido esta violencia online contra Shelby, publicando un único y breve tuit (en el que, además, desactivaron los comentarios) para, básicamente, decir que no han investigado, pero no ha pasado nada, y que si hubiera pasado no es en su entorno.

Mencionamos a Rammstein, pero este es solo un caso más de tantos. Podríamos mencionar a decenas de bandas de Metal, de Pop. A decenas de productores de cine, actores, deportistas, cocineros, profesores, abogados, camareros, reponedores de supermercado, carniceros… Podríamos hablar de cientos de miles de casos. Y en todas las agresiones – se den en el ámbito que se den –  las reflexiones son las mismas. Y los efectos también. La diferencia en este caso es que una denuncia pública ha hecho visible una problemática real frente a la cual no podemos mirar hacia otro lado aunque muchxs lo pretendan. Seamos realistas; esta no es la primera banda con agresores ni será la última. Tampoco es la primera vez que algo se ha callado y tapado durante años. Ni será la última.

El patriarcado es un problema estructural y sus males se perpetúan y reproducen de manera sistémica.

El consentimiento es lo que separa el sí del no y lo es TODO en cualquier relación. 

Este caso también es un ejemplo de cómo se pone en duda a la agredida de manera sistémica. La necesidad de exigir pruebas. Testigos. De esta manera, solo se silencia a las supervivientes. Se las anima a callar y así se extiende esta creencia utópica, irreal, de que las agresiones machistas en nuestra sociedad son en realidad un porcentaje ínfimo (pero no así las “denuncias falsas”), que las leyes funcionan y el sistema es justo y nos protege. Y que nuestros ídolos no pueden ser personas de mierda solo porque nos gusta su obra.

Porque lo que vemos en Internet es solo un pequeño reflejo del conjunto de nuestra sociedad, y el cuestionamiento a las agredidas forma parte de la estructura sobre cómo concebimos la violencia machista y, más concretamente, sexual. Y eso es algo que se reproduce en todos los ámbitos.

El cuestionamiento busca restar credibilidad, y cuando se hace en los medios o en las redes también tiene el objetivo de silenciar a otras mujeres que se vean en la misma situación y que tengan miedo porque están viendo lo que pueden hacer con ellas. Porque eso es lo que quieren: mujeres calladas. Así, la revictimización tiene el objetivo de silenciar a otras supervivientes y de perpetuar mitos sobre la violencia sexual y tópicos sobre las mujeres.

Las mujeres entendemos la importancia de hablar, la responsabilidad de señalar y educar, y por ello recibimos una respuesta patriarcal. Las consecuencias pesan (doblemente) tan solo sobre la agredida y no sobre el agresor; primero nos agreden y luego nos culpan por denunciarlo solo porque somos mujeres. Esto hace que denunciar sea difícil, y lo es aún más cuando se trata de hombres amparados por el poder y por un sistema penal que desestima los testimonios de las víctimas. El sistema es patriarcal y la justicia no llega a la violencia machista, así que la única manera que nos dejan de combatir las agresiones es mediante las denuncias públicas.

Concretamente en el rock y en el metal el abuso de poder, no solo se ha normalizado durante décadas, sino que se ha romantizado; desde las orgías con menores y animales de Led Zeppelin a las groupies de Mötley Crüe o la novia de 14 años de Steven Tyler. Se ha idealizado y llevado al extremo el eslógan de “sexo, drogas y rock n’ roll”. Con la excusa de la vida de la estrella del rock pretenden convencernos de que las relaciones sexuales de niñas con hombres que les doblan o triplican la edad son “aceptables” si ellas están de acuerdo y participan de manera “voluntaria”, eximiendo así al agresor de toda responsabilidad. Pero la realidad es que de ninguna manera puedes tener una relación de igual a igual con una niña de 16 años – o 21, me da igual – que además es tu fan. Y mucho menos si la has drogado. 

Hablamos de mujeres que son poco más que adolescentes (en el mejor de los casos) frente a hombres mucho mayores que ellas, que además gozan de poder sobre las jóvenes.  Eso hace aún más grave la situación de abuso que sufren ya que, como figuras que admiran, ellas se encuentran en una situación de subordinación y, en lugar de cuidado y protección, se convierten en víctimas.

El abuso de poder, la cosificación de la mujer y la sumisión química no son la “filosofía de vida del rock n’ roll”. 

Escena de la película Rock of Ages… ¿El cine imitando a la vida?

Mucha gente afirma que el caso de Rammstein no les ha pillado por sorpresa teniendo en cuenta algunas de sus letras y vídeos. Rammstein son una banda con algunas letras sexuales y explícitas, o títulos como ‘Te quiero puta!’ [‘Ronsenrot’, 2005]. Pero no es que sean letras sexuales en las que narran su deseo de manera sana, es que en muchas de ellas la mujer es una mera figurante a disposición del hombre, o una simple fantasía. Un objeto de deseo a su entera disposición. Curiosamente, no mucha gente ha mencionado el poema de Till Lindemann ‘When you sleep’ que, directamente, explica abiertamente cómo disfruta violando a una mujer mientras duerme tras haberla hecho consumir rohypnol. Por si algunx todavía os preguntáis por qué un poema de este tipo es inaceptable, venga de quien venga, es porque dicho poema se centra en la visión y la perspectiva del perpetrador, ignorando por completo las emociones, pensamientos y sufrimiento de la mujer a la que agrede, romantizando así y también minimizando la importancia de un tema como es la violación. El poema es una descripción muy explícita de este acto, sin ningún tipo de comentario crítico o denuncia, tan solo perpetuando la misoginia al describir un tipo de violación que se da a menudo sin condenarlo. Con este tipo de obras se promueven percepciones y tópicos desfavorables sobre las mujeres al mismo tiempo que se romantiza la violencia física.

Como conclusión, desde Queens Of Steel os animamos a reflexionar: Es evidente que existe un grave problema de fondo que no puede silenciarse de forma perpetua, desde aquí os invitamos a hacer autocrítica y creednos que nosotrxs somos lxs primerxs en hacerla… ¿A qué clase de personas estamos siguiendo de forma ciega? ¿Por qué se tiende a no creer a las víctimas y además reciben tanto odio? ¿Cuándo se empezó a tratar a las mujeres como poco más que carnaza dentro de esta industria en particular? ¿Qué clase de público somos si seguimos asistiendo a eventos de personas que han podido cometer actos así? Las preguntas son interminables y nos daría para otro artículo. 

Es evidente que muchas de ellas tienen que ser contestadas de forma individual previo proceso de introspección, solo esperamos que nuestro artículo os haya hecho pensar y quizá abrir un nuevo paradigma dentro de este mundillo al que llamamos música. 

Firmado: 

 El Equipo de Queens Of Steel. 

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