CRÍTICA: LUCIFER – Lucifer V

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Con mucha expectativa, en la previa, se nos revelaba el quinto álbum de los sueco/alemanes
Lucifer. Varios singles de adelanto y videoclips promocionales, muy bien cuidados, nos dejaban
entrever que no sólo era un trabajo a la altura de los anteriores, sino que existía la posibilidad de
que elevaran la vara y expandieran su propuesta, lo cual terminó sucediendo. “Lucifer V” nos
muestra a una banda consolidada, aplomada, que se mueve con soltura, teniendo su maquinaria
instrumental y compositiva perfectamente aceitada. Un grupo que no teme ir a por más sin salirse
de su universo, ese cosmos que viene desarrollando disco a disco y del cual Johanna Platow es
responsable. Pero hay otra figura clave en la cual hay que reparar: Nicke Andersson. Desde su
ingreso a la banda en el segundo disco, el frontman de The Hellacopters y baterista de Entombed
ha ido ganando cada vez más protagonismo, enriqueciendo la propuesta de Lucifer y ampliando su
abanico instrumental. En “Lucifer V” Nicke se encarga de la batería, por supuesto, pero también
grabó guitarras, bajos, percusiones, teclados y coros cuando la situación lo ameritó. Su sabiduría al
servicio está al servicio del grupo y es una pieza indispensable del mismo.


En cuanto a las ventas, el álbum anduvo más que bien en Escandinavia: N°1 en Suecia en los charts
de hard rock, de vinilos y de formato físico; esta última categoría replicada también en Finlandia,
donde alcanzaron el puesto N°10. Por otro lado, alcanzaron el puesto N°3 en Estados Unidos en la
categoría “música dura actual” y el N°9 en el Reino Unido en la categoría “rock”.


A continuación, repasaremos tema por tema de qué va “Lucifer V”.
Fallen Angel da comienzo a la placa. Con un riff guitarrero que engancha a primera oída, el tema
posee esa vibra ‘70s que remite al Judas Priest de “Rocka Rolla” y al Scorpions de “In Trance”.
Cuando Johanna Platow Andersson comienza a cantar el verso inicial “I am free at last; the
mundane tasks you ask; I am free at last now” el hechizo es total. Algo del Heart de “Little Queen”
se cuela aquí, pasado por un filtro sabbathico. Liberador y cautivante. Una excelente manera de
inaugurar el álbum.


Sigue At the Mortuary; nos va introduciendo con un riff a lo Black Sabbath, que enseguida muta
en uno más accesible. La voz de Johanna y los coros logran envolver al mejor estilo Blue Öyster
Cult, provocándonos la sensación de que nos están narrando un cuento maldito. Lo cual se siente
bien, por cierto. Los poco más de seis minutos de duración pasan bastante rápido, gracias a la
fluidez de la composición y la fascinación que provoca. La influencia de Coven también está
presente en esta pieza.


Por su parte, Riding Reaper es un atractivo medio tiempo que ostenta guitarras gancheras, una
batería simple y contundente, más la voz de Johanna y los coros que nos atrapan enseguida en su
viaje. El estribillo tiene un aire pop ‘60s irresistible. Es uno de esos temas que fácilmente uno
puede imaginar muy disfrutables en vivo. Pero el goce también se manifiesta, simplemente,
estando sentados en nuestro sillón favorito, en casa, dentro de una sala a media luz, tomando un
trago de buen licor mientras el vinilo gira. Puro estilo.


Slow Dance in a Crypt cierra el lado A. Aquí la banda nos sorprende gratamente con una sobrada
muestra de recursos. Johanna canta con sensibilidad, balanceándose entre la dulzura y una oscura
y macabra sensualidad, en un tono casi cinematográfico, rozando la balada jazz/blues en su
esencia. La fascinación de Lucifer por el pop de los ‘60s y los antiguos musicales se pone de
manifiesto más que nunca en este tema, con arreglos y sutilezas en su punto justo.

Un riff irresistible para abrir el lado B es lo que ofrece el quinteto con A Coffin Has No Silver
Lining. Lucifer nos muestra aquí una vez más que están empecinados en componer la canción de
hard rock perfecta y que no escatiman echar mano a todos los recursos que tienen disponibles:
desde Led Zeppelin hasta The Carpenters, pasando por Lynyrd Skynyrd y Europe. Versatilidad y
buen gusto, sumados a un enfoque claro y a un sonido que han hecho propio. Una situación de la
que pueden sacar provecho con total seguridad.


Maculate Heart es otro hard rock memorable y ganchero, con aura retro pero con el brillo de una
producción moderna. La batería simple y eficaz, un solo de guitarra de tintes bluseros y la voz de
Johanna que siempre cumple con matices y expresividad, redondean un tema destinado a ser
clásico y número fijo en sus conciertos. De hecho, el inicio del pasaje de guitarra con impronta
bluesy (a los 2 minutos y 22 segundos de canción), recuerda al comienzo “Help the Poor”: la
versión que grabaron juntos B.B. King y Eric Clapton para el álbum “Riding with the King” (2000),
que ambos compartieron. En definitiva, los Lucifer son gente que sabe.


Por otro lado, The Dead Don’t Speak es un rock clásico y blusero, un medio tiempo al estilo
Lucifer, donde se pueden hallar desde guiños a AC/DC como elementos que remiten al Black
Sabbath de los ‘80s (etapas Ronnie James Dio/Tony Martin).


Nos acercamos al final con Strange Sister: dinámico, rockero, con cierto aire festivo (siempre
dentro de los parámetros de Lucifer). Un corte que bien podría ser un hit radial si estuviéramos en
otra época. El manejo de los climas es excelente y los solos de guitarra aportan todo el brillo
necesario, con Linus Björklund luciéndose con su buen gusto.


Nothing Left to Lose But My Life es la balada de cierre, con mucho blues y algo de soul.
Dramatismo, oscuridad y energía dosificados sabiamente, en su justa proporción, constituyendo la
conclusión más adecuada para este álbum que no será recordado como un disco más.

Gracias Lucifer. Aquellos que estamos en el rock, te saludamos.

Nuclear Blast Records (2024)
Puntuación: 9/10

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