CRÍTICA: BLOOD PYTHON – Thunder City

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Siempre he sentido una gran admiración por los proyectos musicales formados por un único integrante multiinstrumentista. Desde un clásico indiscutible del black y el viking, como el añorado Quorthon y sus Bathory, pasando por otras agrupaciones más recientes como Eld Varg dentro de lo épico, Hellripper en el black/thrash (James McBain se ha marcado uno de los álbumes del año en su Warlocks Grim & Withered Hags) o Hulder en el black.


Martin Horn Sørlie y sus Blood Python se alejan del habitual metal extremo característico de este tipo de bandas, para enarbolar un sonido mucho más cercano al heavy mezclado con cierta psicodelia ocultista. Este noruego ya debutó el año pasado con Acheron, pero este Thunder City, publicado de manera independiente, es una de las mejores grabaciones de 2023.

Con el sonido de una tormenta y un pegadizo riff guitarrero, inicia Witch’s Brew. La voz diabólica de Martin encaja perfectamente con la atmosfera. El macabro sintetizador, omnipresente durante todo el elepé, resulta irresistible. Prosigue el viaje por el inframundo con Omen, donde el teclado y la atronadora percusión exhiben un atípico matrimonio. Es innegable su capacidad para hacer coros que se quedan en nuestra memoria.


Los lobos no se quedan atrás en The Wolves Ain’t Far Behind, composición más frenética casi hard rock, en la cual regresa el protagonismo para las seis cuerdas, con un interesante solo. Curioso también ese breve paréntesis lisérgico hacia el ecuador del tema. En total contraste, Conqueror empieza mucho más taimada y solemne. Después de un cambio de ritmo, donde se nota la presencia del bajo, regresa el apartado coral y el sintetizador. Prosiguen las influencias épicas con The Empire, con una percusión que parece anunciar la batalla del Abismo de Helm de Tolkien. El narrador se presenta como el conquistador del Imperio, en semejanza a Alejandro Magno, dispuesto a derramar la sangre de sus enemigos con su implacable ejército. En esta composición podemos notar influencias del doom épico de Candlemass.


De manera acústica, como la calma después de la tormenta, seguimos con la extensa Swamp Sacrifice. Se unen más tarde la percusión y la guitarra para romper el hechizo. En términos generales, otro medio tiempo contundente, donde nuestro protagonista nos mantiene atentos. Si me permitís otra referencia a Lord of the Rings, Sauron nos visita en Lord of Night, con una permanente aura de oscuridad. A pesar de que el coro sigue siendo casi eclesiástico, aquí decide recuperar revoluciones de manera efectiva, con una batería que coquetea con el black. Inesperada esa pausa, donde el resto de instrumentos dejan lucirse al sintetizador, para luego desatarse otro solo de guitarra sobre nuestras cabezas.


Horn pone la cereza del pastel con el tenebroso teclado de The Gods That Fell to Earth: la composición más extensa del disco, con diez minutos de duración. En el primer verso, el bajo y una apagada batería acompañan su voz, para dejar paso al etéreo chorus. Se encadenan nuevamente solos en los sintetizadores y la guitarra. Concluye la percusión con unos blast beat que rezuman black.



Blood Python ha sido una agradable sorpresa de última hora y candidato firme a las primeras posiciones de mi clasificación anual. Solo espero que Martin consiga una formación decente para poder trasladar esto al directo, con una buena escenografía que refuerce la teatralidad.

Puntuación: 8,5/10

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