CRÓNICAS: Powerwolf, Dragonforce y Warkings en su paso por Barcelona

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Lo del lunes por la tarde fue una cosa indescriptible.

Os vengo a contar lo que fue el concierto de Powerwolf, acompañados por Dragonaforce y Warkings, pero dudo mucho que alguien faltara a la cita, pues no solo pude reconocer caras que también asisten a otros eventos en Barcelona, sino también que el rango de edad de los asistentes era desde los primeros años de vida hasta gente muy mayor.

Las puertas las abrían temprano, a las 17:30h, y la falta de costumbre hace que llegues un poco más tarde, además la tarde fue gris y lluviosa, así que también agradecí el llegar y no tener que hacer cola por si al aparecer por el barrio de Marina seguía lloviendo.

Por suerte no fue así, y por suerte también el acceso a acreditados en la sala Razzmatazz se hace por otra puerta.

Allí era mi primer foso, así que estaba nerviosa y emocionada a partes iguales. Los que me leéis a menudo o seguís lo que hago sabéis lo exigente que soy con mi trabajo.

Así que ya dentro de la sala, inspecciono.

Se estaba llenando poco a poco y el primer grupo de la noche aparecería a las 18.10h.

Con el escenario medio tapado con la escenografía de los siguientes grupos apenas tenían sitio para ellos, aún así unos telones, unos pies con calaveras y símbolos romanos y cruces templarias adornaban mirásemos donde mirásemos.

La batería, muy cerquita, nos dejaba ver bien a su instrumentista, aunque estaba bien protegido por una formación de escudos espartanos.

No había oído hablar nunca de ellos y, de hecho, es una banda muy joven. Llevan apenas desde el 2018 en funcionamiento y les cogió la pandemia por en medio. Aún así, completan ya cuatro discos, justamente el último vio la luz este mismo mes de noviembre y ya pudimos escuchar algunas canciones en directo.

El outfit de la banda era característico y singular, llamando mucho la atención y gustando a todos los presentes.

Todos sin excepción llevaban bajo su atuendo una calavera tapándoles la cara, y cada uno distaba del otro.

Su cantante, George Neuhauser, portaba un traje de romano. Su guitarra, Markus Pohl, iba con una túnica de templario. Chris Rodens, su bajista de guerrero vikingo. Y su batería, Steffen Theurer, de espartano.

Su Efestos personal salió el primero al escenario a abrir la noche con su martillo para dar inicio al concierto con la canción The Last Battle en lo que la banda iba saliendo y se colocaba en su sitio.

Su batería se mantenía de pie haciendo que el público rompiera a gritar al unísono con los puños al aire.

Mucha gente en el público cantaba sus canciones, y los que no conocían la banda flipaban tanto como yo.

La música y el sonido era de buena calidad aunque no estridente, y se notaba una gran cercanía entre el público y los miembros de la banda, que no paraban de gritar, alzar sus puños y animar a su público que ya llenaba casi, casi toda la sala.

En su segunda canción de la noche aparecía una cantante ataviada con una capa, lentillas y corona, que empezó a cantar guturalmente Spartacus. Ella es Morgana, la segunda cantante de la banda.

Esta mezcla era perfecta, con la voz suave de él y la rasgada de ella que luego cambiaba para hacer los coros. Un toque personal dentro del género power metal que no estamos tan acostumbrados a esuchar esta unión.

Maximus, Monsters y Fight siguieron la misma tendencia de las primeras.

Volvió a salir al escenario el personaje de Efestos que había salido a calentar el ambiente previamente a la banda de nuevo con su martillo y tocaron Hephaistos.

Estaba casi acabando su concierto cuando ya no cabía ni un alfiler en la sala y ellos acaban su gran actuación con tres canciones más de su último disco, Sparta y Gladiator. Un setlist adecuado, una duración considerable y su actuación y puesta en escena dejaban muy buen sabor a todo su público catalán.

Llegaba el momento de sacar todo su atrezo y destapar lo que minimizaba el espacio sobre el escenario. Este ratito fue un poco largo ,pero no podía ser menos. A la que empezaron a quitar trapos negros de lo que había cubierto, aparecieron dos grandes máquinas recreativas a derecha e izquierda del escenario, montaron una mega estructura de tubos brillantes plateados que sostenía las piezas de la batería de Gee Anzalone y colocaron una pequeña plataforma frontal. Esto era lo único normalito que tenía el escenario.

Comenzaron a sonar las primeras notas de la pequeña introducción del tema Highway to Oblivion y, como una niña pequeña, aluciné señalando cuando vi sobre las máquinas recreativas a Herman Li en la izquierda y a Sam Totman a la derecha. Marc Hudson acompañado de su bajista permanecieron en el medio y Gee, asomado, saludaba al público antes de comenzar a tocar.

Todos enloquecieron y, cómo no, si la banda salió arrasando como un tifón haciéndonos volar la cabeza, con los solos de guitarra que se marcaban en el centro del escenario sobre la plataforma. Una energía imparable desde inicio a fin que hasta a mi me dejó exhausta cunado sonó la última nota. Un ensordecedor aplauso lleno de gritos de emoción inundó la sala.

Marc presentó su segundo tema de la noche, que rompía un poco la velocidad con la que entraron a partir la noche, pero no se quedaba atrás demostrando en esta su virtuosismo y registro vocal, llegando a las notas más altas con Three Hammers y luego el cambio de velocidad a mitad del tema donde, nuevamente, sus guitarristas se lucieron.

Más veloz aún comenzó Fury of the Storm y le siguió algo más tranquila The Last Dragonborn. Los miembros de la banda se turnaban y ahora cantante y bajista ocupaba por un rato muy sincronizado la posición sobre las máquinas recreativas, que en las pantallas de estas iban saliendo gráficos de juegos o dibujos de llamaradas y gráficos retro. Cualquier cosa que hiciera que no estuvieran apagadas.

Llegó el momentazo de la noche cuando Marc dijo que esta canción se la sabía seguro todo el mundo y comenzó a sonar My Heart Will go On. Aproveché para subir a los balconcitos de la sala y admirar la cantidad de gente que había disfrutando de la noche y cómo todos saltaban y cantaban enloquecidamente.

Cry Thunder y Throught the Fire and Flames daban punto y final a su concierto, concierto donde pudimos ver a dos virtuosos a la guitarra, a una bajista comedida pero bien plantada y a un despliegue vocal por parte de su cantante. El batería no se queda atrás, pues el trabajazo de velocidad que tiene por función hacen de esta banda, en pocas palabras, una pasada de grupo y una pasada de directo. Si de alguna forma tuviera que describir en una palabra este concierto sería «WOW»

En terminar me pica la curiosidad de qué van a hacer con esas pedazo de máquinas recreativas, pero se las llevan arrastradas por unas ruedas hacia el lateral e interior del escenario, así que desaparecen de la vista y ahora el foco es otro… Ver qué nos tienen preparado para el escenario de Powerwolf.

En el Leyendas del Rock me los tuve que perder porque su actuación era la estrella de la noche del miércoles y hasta el jueves tarde yo no pude llegar al festival, pero sí que guardo grandes y buenos recuerdos de su actuación en el Rock Fest de 2019.

Su música llena de historias religiosas, de vampiros y de hombres lobo a ido creciendo de tal manera que esa misma noche, la de un lunes a las 8 de la tarde, se hacía totalmente imposible moverse por la sala e ir de un lado a otro. E igual que pasó en nuestra sala, está pasando en todos sus conciertos alrededor del mundo.

Lo que comenzó siendo un grupo sin tirón que tuvo que cambiar de nombre y estética hasta convertirse en Powerwolf, se ha labrado un buen lugar dentro del power y el heavy metal por sus canciones y sus puestas en escena.

Así pues, unos muros de iglesia caídos y rotos con cruces y trozos de ventanales adornaban una plataforma con dos escaleras a ambos lados por donde los integrantes podrían subir y bajar desde la plataforma central al frontal del escenario, y un gran telón de fondo con la carátula de su disco que, a mitad del concierto, caería para dar paso a otra.

Teclado a la izquierda y batería a la derecha se dejaban ver perfectamente.

Desgraciadamente, en esta actuación nos quedamos sin sus llamaradas.

Nuestros “hermanos” Charles y Mathew Greywolf se situarían a ambos lados de Attila Dorn, nuestro querido cantante.

Por primera vez en todos los conciertos de Madness, el inicio se retrasó escasos minutos, pero el público ya estaba más que impaciente esperando que saliera la banda. Y así fue como, poco a poco, cada uno de los integrantes subía por unas escaleras traseras a lo alto del escenario, saludaban, el público se volvía loco y ellos iban ocupando sus puestos.

Faster than a Flame comenzó a sonar. Se me ponían los pelos de punta. Y esa sensación pocas bandas me la brinda. El público estaba totalmente volcado en la banda y la banda totalmente volcada con el público.

Pese al aire acondicionado puesto, se podía ver cómo Attila chorreaba sudor bajo sus capas de maquillaje y su túnica.

El teclista Falk Maria Schelg aprovechaba cualquier ocasión en la que no estaba tocando su instrumento para ponerse en el centro de la parte alta del escenario para volear su estola y animar al público a cantar y saltar.

En acabar, un hombre vestido de monje aparecía con un incensario que se lo pasaba a Attila y el presentaría la canción de la cual que no hacía falta ni que pronunciara el nombre, pues el público lo gritó a pleno pulmón. Incense & Iron, que puso a la sala del revés, saltando con los brazos en el aire.

Cardinal Sin y Amen & Attack, de su disco del 2013 Preachers of the Night, serían las dos siguientes en sonar.

Al salir del foso se me hizo imposible colarme entre el público, así que me conformé con irme atrás del todo de la sala, donde cuatro escalones hacen que te pongas un poco por encima del público, que en esta ocasión yo me sentí la persona mas bajita del mundo, donde completamente todo el mundo me sacaba dos cabezas y me impedían ver y disfrutar del concierto.

Su setlist no varía en nada de las otras actuaciones que están haciendo en su gira, así que podíamos saber por adelantado lo que iban a tocar y no había grandes sorpresas, solo temazos elegidos a la perfección para hacer de esta noche la mejor.

Dancing with the Dead, Armata Strigoi, Beast of Gévaudan, seguían sonando durante la noche y el público no se dejaba nada por cantar.

De esta última, el momento «teclado central» en el tema levantó ovaciones hacia Falk Maria, y este lo agradeció dirigiéndose al centro del escenario llevándose la mano al pecho y volviendo a tomar su posición.

Attila pidió a las mujeres saber cómo estaban, y todas gritamos. No tocaría por casualidad Demons are a Girls Best Friend’s? Todos coreamos al unísono la tonadilla de la introducción de la canción.

El momento cumbre de la noche llegó cuando apareció un piano de pared al estilo antiguo sobre el escenario y Falk Maria se puso a tocarlo de espaldas al público, mientras Attila cantaba cerca de él con una mano en su hombro y todo el público alzó sus móviles al aire con las linternas puestas. Momento de piel de gallina mientras aún lo sigo recordando. Maravilla pura sobre las tablas con Where the Wild Wolves have Gone.

No podría destacar un tema sobre otro porque todos y cada uno fueron perfectos en su elección para la noche. Así pues, terminando el primer bloque acababan con Let there Be Night y se retiraban del escenario por unos minutos para volver nuevamente cuando se daban las diez de la noche en el reloj.

Yendo en tiempo sobre lo establecido pudieron interactuar con el público separando imaginariamente al público en dos y haciendo que un lado gritase más que el otro, así sucesivamente y cada vez más rápido. Después, pidiendo que a toque de cuatro saltáramos y gritáramos al unísono «Blood!» presentaron su tema We Drink your Blood.

Finalizaba la noche con la canción Werewolves of Armenia explotando la sala de júbilo y emoción.

Los miembros de la banda se despedían uno a uno subiendo a la zona alta del escenario, colocándose en el centro y saludando como anteriormente habían hecho al dar inicio. Las ovaciones de lxs asistentes eran inacabables. Y es que ellos no se merecían menos.

Hacía mucho tiempo que no veía una sala tan llena, con tantísimo público disfrutando de verdad de un concierto. Y poniéndole ese único «pero» de que fuera un lunes por la tarde que poco importó.

El heavy metal no está muerto y bandas como estas nos lo recuerdan día a día.

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