ALICE COOPER – 08/09/2019 (Sant Jordi Club, Barcelona)

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Un telón con dos ojos maquillados  y pupilas rojas se posaba frente las miradas de un público expectante. Bullicio cuando empezó a sonar «Nightmare Castle» y, de repente, el telón cayó con las primeras notas de «Feed my Frankenstein». Así fue cómo Alice Cooper (el hombre que le copió el maquillaje a Arthur Brown) nos dio la bienvenida a su pesadilla en Barcelona, ataviado en cuero, camisa blanca, su habitual chistera y su bastón. Porque en Alice Cooper todo es la misma canción: los mismos gestos, la misma ropa, el mismo espectáculo. Pero todo ello son sus hits, y son los hits que a todos nos gustan y por los que vamos a verle.

 

 


Así, daba comienzo una primera mitad del espectáculo de puro shock-rock y Rock n’ Roll directo, en ocasiones festivo. Ningún afán intelectual ni trasfondo profundo, puro entretenimiento para las masas. Temas sencillos con una banda potente de la cual cabe destacar a la guitarrista Nita Strauss, tanto por su impecable técnica como por su energía y su forma de poder llenar ella sola el escenario si así lo quiere. Los músicos se iban paseando por el castillo cartón-piedra de dos plantas para ganar o dar protagonismo, hasta nos ofrecieron una «jam» instrumental que combinó «Devil’s Food» y «Black Widow» mientras Cooper se daba un pequeño respiro (porque cuando este hombre de 71 años podría dedicarse a jugar al golf y a estar con sus nietos, sigue embutiéndose en cuero para girar por el mundo y subirse al escenario cada noche). Momento casi anacrónico con «I’m Eighteen» seguido de un «Poison» en el que Alice no llegaba a algunas de las notas, pero el público le suplió dejándose las cuerdas vocales. Aquí arrancaba la segunda parte del concierto, mucho más teatral. Hubo de todo; lluvia de billetes, confeti, globos gigantes de colores, camisa de fuerza y los distintos personajes interpretados por Calico Cooper, de la enfermera que pasea la cabeza del frontman por el escenario a la novia que Alice persigue con las manos manchadas de sangre. Por supuesto, el momento guillotina nos mantuvo a todos en vilo. Y ahí es donde te das cuenta, enganchado, casi intrigado ante algo que ya conoces más que de sobra y que sucede con una precisión casi ritual, de lo que tienes ante ti prácticamente ha rozado la mitología. Dicho esto, tras el momento guillotina la banda entonó «I Love the Dead», creando un ambiente festivo y divertido, entre mucho jolgorio, que lo tornó en casi siniestro. Poesía.

Como decía, Alice Cooper y todo su imaginario es prácticamente mitología, pero todavía tienen un halo de inocencia, de frescura, que se representó y tomó vida al final de la noche bajo el título de «School’s Out» en la que, por cierto, añadieron partes de «Another Brick in the Wall» de una forma muy natural, que encajaron como un guante. Todos cantando que «se acaba el cole» con pompas de jabón revoloteando sobre el escenario y con globos de colores por encima de nuestras cabezas. De nuevo, poesía, pero también ese poquito de nostalgia inevitable cuando vas a ver a este tipo de artistas, por longevidad, por veteranía, por historia. Una mezcla de emociones en tan solo 85 minutos. 85 minutos irrepetibles de shock-rock de primera generación.

 

 

Tania Giménez

tania@queensofsteel.com

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