ARTÍCULO: ¡Se nos fue Marcie! A ver si aprenden a nombrarla.

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La transfobia de la memoria y el rock con el caso Marcie Free.

El pasado mes de octubre, la comunidad del hard rock y el metal melódico se despidió de Marcie Free, la potente voz detrás de bandas icónicas como King Kobra, Signal y Unruly Child. Marcie era una mujer, una cantante trans que, tras una exitosa primera etapa en el mundo de la música, hizo la transición de género en 1993, adoptando el nombre con el que se identificaba: Marcie. Y ya está. Fin de la historia, ¿verdad? Pues no.

La muerte de Marcie ha destapado, una vez más, la cloaca rancia y recalcitrante de los medios de comunicación (y, seamos honestxs, de gran parte del fandom) que se niegan a aceptar la realidad, incluso post mortem. Estamos viendo un festival de faltas de respeto, de titulares morbosos y de artículos que, en un intento patético por «abarcar toda su carrera», acaban perpetuando la peor de las violencias: el uso del deadname (o nombre de nacimiento), la referencia a su identidad anterior y la insistencia en tratar sus pronombres masculinos del pasado como si fueran una realidad paralela que coexistió con su identidad de mujer.

Marcie Free era una mujer. Siempre lo fue, aunque el glam metal de los 80 le obligara a llevar una peluca rubia kilométrica y a esconder su verdad tras los focos y las chupas de cuero (lo cual, por cierto, ya tiene tela: la hipermasculinización del metal frente a la estética andrógina y maquillada. Paradójico, ¿verdad?). Su vida como mujer trans no fue un spin-off ni una segunda temporada, sino la auténtica. La que le salvó la vida, como ella misma admitió.

El hard rock, la memoria y el negacionismo cis

¿Por qué este empeño en desdoblar la identidad de Marcie? ¿Por qué la necesidad de arrastrar su nombre de nacimiento a la tumba? La excusa, tan vaga como hiriente, es que es necesario para que «la gente sepa quién cantó en King Kobra». ¡Ay, alma de cántaro! ¿De verdad creéis que nuestra memoria musical es tan frágil que, si decimos «Marcie Free, la cantante de King Kobra», el universo colapsará?

El problema, querides, no es la memoria. El problema es la transfobia internalizada y el negacionismo cis institucionalizado que permea el mundo del metal y, por extensión, la cultura mainstream heteropatriarcal. Este negacionismo se manifiesta en varias capas, todas ellas nauseabundas:

  1. La falacia de la «etapa»: Se trata la transición de género como una «etapa» en la vida de la persona, un hobby o un cambio de look, en lugar de la reafirmación de su identidad esencial. Al usar el deadname para referirse a su trabajo anterior, se implica que ese trabajo fue realizado por «otra persona» (un hombre, en este caso), borrando retroactivamente la realidad trans de Marcie. Marcie Free, la mujer, fue quien cantó en King Kobra. Fin. Su voz era su voz, su talento su talento, su persona su persona.
  2. **El archivo cis: ¿De quién es la historia que contamos? Los medios, con su supuesta «rigurosidad» periodística, se convierten en notarios del pasado cis. Insistir en el deadname es un acto violento que privilegia el registro burocrático, legal y social de una vida anterior sobre la identidad verdadera y vivida. Es, en esencia, decir: «Tu identidad actual está bien, pero para mí, la persona ‘real‘ y ‘relevante‘ es la anterior». Este es un gesto profundamente transfóbico y patologizador.
  3. El miedo a la complejidad y la toxicidad del fandom: El rock (especialmente el glam de los 80, aunque el problema es transversal) a menudo arrastra una carga de masculinidad tóxica y conservadurismo rancio. Hay un pánico absurdo a «confundir» al público cis o a desafiar la imagen heteronormativa de los ídolos de la juventud. Los medios, en un acto de cobardía capitalista, prefieren apaciguar a les trolls y al sector más reaccionario del fandom antes que respetar la dignidad de una artista fallecida.

La toxicidad en el aire: Marcie no era «él» ni «él/ella»

Seamos directes: el deadnaming es una forma de violencia simbólica. Es la negación de la existencia de la persona trans tal y como se concibe a sí misma. Es una puñalada en la memoria. Y usar la fórmula cobarde del «él (Marcie)» o «él/ella» o, peor aún, la disyuntiva «Mark o Marcie» es un insulto a su trayectoria y a su lucha.

Marcie Free fue ella. Sus pronombres eran ella. Eran ella cuando cantó «Iron Eagle» y eran ella cuando se fue. No hay necesidad de binarizarla ni de jugar a la equidistancia lingüística para no molestar a nadie. Quien se sienta «confundide» o «moleste» por la identidad de Marcie tiene un problema con la realidad, no con la historia del rock.

Este caso es un espejo. Nos muestra que el mundo del rock, a pesar de su pose transgresora y rebelde, sigue siendo un reducto capacitista, clasista, racista y transfóbico en muchos de sus rincones. La muerte de Marcie Free debería ser un momento de homenaje a su voz y a su valentía, no una excusa para que la prensa y los medios capitalistas y patriarcales blanqueen su propia transfobia.

La solución es simple y se aplica a Marcie, a todes les artistas trans y a todes les disidentes del género: respeto, punto. Usar el nombre elegido y los pronombres correctos. Honrar la identidad que les dio la paz.

Ahora, que los medios cis-temáticos sigan con su deadnaming, que les trolls sigan rugiendo en los comentarios. Mientras, nosotres, desde esta trinchera feminista, antirracista, anticapitalista y absolutamente trans aliada, gritaremos bien alto su nombre.

Marcie Free. Una mujer, una voz, una leyenda. Y punto.

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