ARTÍCULO: KKR, genocidio en Palestina y el negocio que arruina la música en España

0

La música es resistencia. Desde el primer acorde que desafía al poder, desde la letra que grita por justicia, hasta el concierto que une a quienes luchan por un mundo más justo, la cultura musical ha sido un bastión antifascista, feminista, antirracista y anticolonialista. Por eso, en Queens of Steel no podemos mirar hacia otro lado cuando el gigante financiero KKR —un fondo de inversión estadounidense estrechamente vinculado al aparato militar y económico del Estado sionista de Israel, responsable del genocidio sistemático contra el pueblo palestino— decide hacerse con el control de varios de los principales festivales de música en España.

KKR: inversión con sangre palestina

KKR, Kohlberg Kravis Roberts, es un fondo que no solo busca beneficios económicos, sino que también está ligado a sectores que financian y se benefician de la ocupación militar israelí. Empresas en las que invierte KKR han participado directamente en la construcción de infraestructuras coloniales en los territorios ocupados de Palestina, en la militarización y en la vigilancia que oprime a la población palestina, sometida a desplazamientos forzosos, encarcelamientos arbitrarios y bombardeos genocidas.

Mientras el Estado sionista continúa su limpieza étnica —asesinando a niñes, destruyendo hogares y negando derechos básicos— KKR se aprovecha de esta violencia para fortalecer sus inversiones y expandir su influencia global. Y ahora, esa misma entidad financia y controla el pulso de algunos de los festivales más populares del Estado español, como el Viña Rock, el Resurrection Fest o el Tsunami Xixón.

No se trata solo de dinero. Es una guerra cultural que pretende colonizar también los espacios de resistencia musical. Mientras KKR acumula ganancias a costa del sufrimiento palestino, comprando la cultura para convertirla en un producto de mercado, se impone una agenda despolitizada y excluyente que invisibiliza la lucha por la justicia global.

El caso Viña Rock: feminismo y justicia social no caben en sus cuentas

El Viña Rock, uno de los festivales que ahora controla KKR, se ha caracterizado por una preocupante falta de compromiso con la igualdad y los derechos laborales. En un país donde la precariedad laboral azota a trabajadoras y trabajadores, el Viña Rock ha sido denunciado por jornadas abusivas, condiciones de trabajo precarias y falta de pago justo. Trabajadorxs que aguantan hasta 16 horas seguidas con pausas mínimas, alojamiento insuficiente y sin las medidas de seguridad mínimas.

Además, su cartel refleja una alarmante desigualdad de género: menos del 10% de las actuaciones son de mujeres o grupos mixtos con protagonismo femenino. Esta exclusión sistemática es la muestra de que para KKR y su modelo mercantil la diversidad y el feminismo no son más que palabras vacías para lavar su imagen.

Para colmo, la seguridad del Viña Rock, tercerizada y con control directo de la empresa, estuvo en manos de exmiembros de Desokupa, un colectivo conocido por sus vínculos con la extrema derecha y por actuar en pisos y espacios sociales okupados con violencia y represión. Que quienes han participado en la expulsión violenta de activistas y personas en situación de vulnerabilidad ahora controlen la seguridad de un festival que debería ser espacio seguro es un síntoma más de la política mercenaria y excluyente impuesta por KKR.

Resurrection Fest y la normalización de la impunidad

Por otro lado, el Resurrection Fest levantó críticas por haber programado a la banda As I Lay Dying, cuyo vocalista Tim Lambesis fue condenado por intentar contratar un sicario para asesinar a su exmujer. Que un festival con tanta repercusión dé espacio a figuras con un historial tan violento pone en cuestión su compromiso ético y social. Aunque la presión social forzó a cancelar el concierto, este episodio refleja cómo las lógicas de mercado y de fama eclipsan la responsabilidad política.

Tsunami Xixón: acuerdos con la extrema derecha y la reacción del activismo

El Tsunami Xixón, festival con una larga tradición combativa y antisistémica, también sucumbió a los negocios de KKR y a la relación con el Ayuntamiento de Gijón. En los últimos años, los organizadores llegaron a reunirse en la sede de Vox, el partido ultraderechista que encarna el fascismo en el Estado español. Esta foto con representantes de Vox supuso un terremoto en la escena musical y social, que vio cómo el espacio de lucha y diversidad se contaminaba con un partido que defiende la represión, la homofobia y el racismo.

La banda La Élite, entre otras, decidió cancelar su actuación en señal de protesta, levantando una bandera clara: ni un paso atrás frente al fascismo, ni en la música ni en ningún otro ámbito.

Los macrofestivales, la cultura del exceso y la destrucción del DIY

Estos ejemplos no solo muestran la cara oculta de KKR, sino también una crisis profunda en el modelo de festivales de música. La cultura del macrofestival se ha convertido en un negocio de élites donde las experiencias de consumo masivo, la explotación laboral y la exclusión social son moneda corriente.

Como mostró el documental Trainwreck: Woodstock 99, la cultura del exceso, la falta de responsabilidad y la precarización afectan a toda la cadena: desde trabajadorxs, voluntarixs, artistas hasta el público. La mercantilización convierte la música en una mercancía, despojada de su poder transformador y de su capacidad de generar comunidad y resistencia.

Frente a este modelo, el movimiento DIY representa la alternativa más sólida: autogestión, inclusión, diversidad, compromiso político y cuidado colectivo. Un modelo que no se rinde a la lógica del capital, que se sostiene en redes horizontales y que respeta las luchas sociales, incluida la lucha palestina, que para nosotres en Queens of Steel es una causa fundamental.

La música no debe ser cómplice del genocidio

En definitiva, KKR no es solo un fondo financiero más que invierte en música; es un actor directo en la maquinaria de opresión global que legitima y financia el genocidio en Palestina. Por eso, desde Queens of Steel, condenamos sin ambages la ocupación colonial sionista y su limpieza étnica, denunciamos la compra de la cultura por parte de empresas que lucran con el sufrimiento y llamamos a la acción colectiva para recuperar la música como herramienta de liberación y no de control.

Si la música es resistencia, no podemos permitir que nuestros festivales sean instrumentos de un sistema que silencia, explota y mata. Es hora de apoyar espacios autónomos, de fomentar el DIY y de hacer que la cultura se convierta en un grito unificado contra el fascismo, el colonialismo y la opresión.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.