ARTÍCULO: Descolonización del Metal: ¿Un grito de liberación o solo otro producto de exportación?

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El metal es, sin duda, uno de los géneros musicales más revolucionarios, pero no por ello está exento de los mismos problemas que otras industrias culturales. ¿Cuántas veces hemos escuchado a las grandes voces del metal gritar a los cuatro vientos contra el sistema? Un sistema que les aplasta, que les oprime, que les convierte en mercancía. Sin embargo, el metal también ha caído bajo el yugo de esa misma maquinaria. Y no, no me refiero a las guitarras distorsionadas, los riffs intensos o los trajes de cuero. Hablo de una batalla que muchos no ven, que no se escucha en los grandes festivales ni en las entrevistas de las bandas mainstream: la descolonización del metal.

¡Sí, has oído bien! Descolonizar el metal. Antes de que digas que esto suena a una tontería demasiado académica, déjame explicártelo: reimaginar las tradiciones musicales a través de una lente crítica, y no solo eso, sino también darle voz a quienes han sido silenciades por siglos de historia colonial. Porque, queridx lectore, el metal, como cualquier otro género musical, no está exento de los vestigios coloniales que arrastra consigo.

¿De qué estamos hablando?

La descolonización del metal implica más que simplemente añadir algunas influencias de otras culturas a tu repertorio. No se trata de incorporar «sabores» exóticos para darle un toque «interesante» a tu sonido, como si fuera una especie de estética sin alma. Se trata de repensar cómo las tradiciones musicales de otras culturas han sido silenciadas, distorsionadas y apropiadas, y cómo podemos empezar a darle voz y espacio a esas influencias sin caer en la explotación.

El metal, al ser un género nacido de las entrañas del occidente colonial, tiene una historia de apropiación cultural. Desde los días en los que el heavy metal británico comenzó a emerger, hasta el crossover con otros géneros como el thrash o el doom, las influencias de pueblos no occidentales han sido sistemáticamente cosificadas y reducidas a elementos exóticos y «rudos» que sirven para darle un toque de «poder» al sonido.

Pero, ¿qué pasa cuando ese «poder» se desvanece y empieza a ser reimaginado por aquelles que, históricamente, han sido oprimides? Bueno, aquí es donde entra la magia de la descolonización del metal: la subversión, el cuestionamiento y la reconstrucción.

Metal y cultura local: Rompiendo el cercado colonial

Las banderas del metal en países como India, Marruecos o el Caribe se levantan con orgullo, creando propuestas que no solo mezclan elementos del metal tradicional, sino que reinterpretan sus estructuras dentro de sus propias tradiciones culturales. No se trata de aplicar una fórmula genérica para hacer «metal internacional», sino de fusionar lo propio con lo ajeno para crear algo auténticamente único.

El caso de bandas de metal africano, como Bambara, es un ejemplo perfecto de cómo el metal puede actuar como un vehículo para explorar y desafiar las complejas historias de colonización y opresión. Estos grupos no solo utilizan las guitarras eléctricas y las baterías a la manera de bandas occidentales, sino que las reinterpretan a través de sus propios contextos, añadiendo capas de significado cultural y político.

Pero no solo se trata de bandas en tierras lejanas. Aquí en Europa y América Latina, el metal está experimentando una revolución interna, un giro hacia sus raíces más autóctonas. Bandas de metal latinoamericano, como Luz Mala (de Argentina) o Hijos de la Tierra (de México), están rescatando elementos de sus culturas ancestrales para crear un metal que no solo grita contra el sistema, sino que también honra las tradiciones olvidadas. La incorporación de ritmos indígenas, instrumentos tradicionales y canto autóctono desafía la narrativa tradicional del metal, mostrándonos que el género puede ser más multicultural y menos homogéneo.

El Metal como herramienta de subversión cultural

Ahora bien, si el metal es un espacio para subvertir las normas y darle voz a quienes han sido silenciades, hay que preguntarse: ¿qué significa realmente la descolonización del metal? No se trata solo de integrar elementos de otras culturas, sino de reconocer cómo el género ha sido un campo de lucha, de resistencia, y cómo puede transformarse en un vehículo para cuestionar las estructuras de poder que aún hoy en día subyugan a grandes partes de la humanidad.

¿La respuesta? No dejarse colonizar. El metal debe dejar de ser una cultura globalizada, un espacio homogéneo y mercantilizado donde todas las influencias se diluyen en una mezcla de clichés, para convertirse en una herramienta de liberación cultural que amplifique las voces históricamente silenciadas.

El reto de la apreciación sin explotación

El peligro siempre está presente. Existen muchas bandas que, aunque empujan el metal hacia una nueva dirección, terminan explotando estas influencias ajenas en su afán por ganar visibilidad en la escena global. Hablamos de una especie de «turismo cultural» musical, donde todo lo que no es occidental se convierte en una especie de exotismo del que apropiarse para que todo suene más “rudo” o “auténtico”. Pero, ojo, esto no es descolonización. Esto es colonización disfrazada.

La verdadera descolonización en el metal pasa por darle espacio a las voces autóctonas, a las luchas locales y, sobre todo, a los sonidos que han sido silenciados por las estructuras coloniales. No se trata solo de copiar algo y añadirlo al repertorio metalero, sino de crear algo que provenga de ese espacio que ha sido históricamente marginado.

El futuro: Metal global, pero no omperialista

El futuro del metal está, sin lugar a dudas, en la descolonización. Las nuevas generaciones de músicxs están buscando maneras de revitalizar el género, dándole una identidad más inclusiva, más abierta y, sobre todo, más auténtica. Y aunque aún queda un largo camino, esta tendencia nos está llevando a una revalorización de la diversidad cultural que promete romper con las viejas estructuras coloniales.

No se trata de una moda o de un concepto políticamente correcto, se trata de un grito de liberación que se escucha en cada riff, en cada grito gutural, en cada letra que desafía la hegemonía de las grandes potencias capitalistas y coloniales. El metal, en su forma más auténtica, tiene el potencial de ser un espacio global de resistencia donde no solo se desafíen los poderes políticos, sino también los coloniales, y donde todas las culturas puedan reivindicar su voz en el escenario internacional.

Así que, si eres de les que piensan que el metal debe seguir siendo solo una fiesta para los países industrializados, quizás es momento de abrir los ojos y escuchar más allá de las fronteras. Porque el metal, el verdadero metal, no conoce de muros, no entiende de nacionalidades, ni de colores. El metal descolonizado es un espacio para todes, un espacio donde el verdadero poder radica en la diversidad.

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