ARTÍCULO: ¡Creatividad o muerte! Por qué el capitalismo odia tus ideas

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A ver, empecemos con una obviedad incómoda: vivimos en una sociedad que premia la productividad sobre la creatividad. No se trata de que al sistema le importe un carajo que tengas ideas brillantes, originales o incluso revolucionarias. Lo que le interesa es que esas ideas, si existen, sean rentables. Y si no lo son, pues que las guardes en una cajita, no vaya a ser que incomoden a alguien. Porque, sorpresa, a esta máquina gigante llamada capitalismo no le conviene que pienses demasiado. Le interesa que produzcas. Que consumas. Que estés ocupadx todo el rato para no cuestionar por qué demonios estamos corriendo en una rueda de hámster gigante mientras el mundo se cae a pedazos.

¿Por qué el capitalismo odia la creatividad?

El capitalismo, esa maravillosa idea de que todo lo que haces debe generar beneficios, ha secuestrado el concepto de creatividad para venderte lo que sea. En su versión edulcorada, la creatividad es el anuncio del banco que te dice que “te atrevas a soñar” (mientras firmas una hipoteca de 30 años) o la marca de zapatillas que promete que tus pasos cambiarán el mundo. Pero en su esencia real, la creatividad es subversiva. Es peligrosa. Porque no se puede controlar, medir ni, muchas veces, monetizar.

Y eso, amigxs, es un problemón para el sistema. Una persona creativa no se conforma con lo que hay; imagina lo que podría ser. Y si la creatividad deja de ser un pasatiempo para convertirse en un acto político, un espacio de resistencia, entonces el sistema tiembla. Por eso nos mantiene ocupadxs. Jornadas laborales eternas, algoritmos diseñados para engullir cada minuto de atención y, cómo no, esa absurda presión de que si no eres productivx no vales nada. El ocio, el aburrimiento, el espacio para crear, son actos de rebeldía en un mundo que quiere verte agotadx y obediente.

La creatividad y el cambio nacen en los márgenes

Lo interesante es que cuando el capitalismo aplasta algo, lo que surge de las grietas es pura resistencia. La creatividad florece en los márgenes, donde no hay miradas inquisitivas que tratan de convertirla en un producto. Y en la música, esas grietas se llaman contracultura. Punks, hippies, metalheads, ravers, artistas queer, todo un desfile de personas que dijeron: «No necesitamos vuestro permiso para hacer algo increíble». En estas comunidades nacen ideas que el sistema no puede (o no sabe cómo) digerir. Y por eso son un refugio, pero también un laboratorio para imaginar futuros diferentes.

El rock y el metal: ¿contracultura o comodidad?

Y ahora vamos al tema: la escena del rock y el metal. Géneros que nacieron como un grito de rebeldía y que, en sus mejores momentos, son pura creatividad hecha música. ¿El problema? Muchas veces hemos confundido rebeldía con postureo y nos hemos quedado ancladxs en clichés. ¿Cuántas bandas se repiten una y otra vez los mismos riffs, las mismas letras sobre el mismo desamor o el mismo apocalipsis? ¿Cuántas veces la “rebeldía” del metal se reduce a llevar una camiseta negra de Slayer mientras compras en Amazon?

No me malinterpretes, el rock y el metal tienen un potencial brutal. Pero para que sigan siendo relevantes, necesitamos aprender de otras escenas que llevan años dándonos lecciones de autogestión, comunidad y resistencia. Porque, reconozcámoslo, en muchos aspectos hemos caído en las trampas del capitalismo: festivales llenos de marcas, entradas prohibitivas, competiciones absurdas entre bandas por quién vende más camisetas. ¿Dónde quedó la chispa creativa?

Lecciones de la autogestión y el apoyo mutuo

Aquí es donde podemos inspirarnos en otras contraculturas. El punk, con su filosofía DIY, nos ha demostrado que no necesitas una gran productora para sacar discos o montar un festival. La escena queer ha construido espacios seguros donde el cuidado mutuo y la solidaridad son la norma. Incluso el hip hop, en su origen, era puro ingenio: convertir un tocadiscos en un instrumento y una acera en un escenario. Estas comunidades entienden algo que a veces el rock y el metal olvidan: que resistir al sistema no es solo tocar más fuerte; es cuidarnos más, apoyarnos más y crear espacios donde lo importante no es vender entradas, sino compartir algo real.

Un futuro creativo para el rock y el metal

¿Qué pasaría si las escenas de rock y metal abrazaran esa filosofía? Si en lugar de competir, colaboráramos. Si en lugar de esperar que una discográfica te “descubra”, las bandas se unieran para sacar discos autogestionados. Si los conciertos fueran espacios inclusivos donde todxs (sí, TODXS) se sintieran bienvenidxs.

Imagina festivales donde no importara quién es la banda principal porque lo que importa es la experiencia colectiva. Donde las entradas fueran accesibles, los beneficios se redistribuyeran para apoyar a artistas emergentes y el público se involucrara no solo como espectador, sino como parte activa de la escena. Eso sería revolución. Eso sería creatividad en acción.

Conclusión: No produzcas, crea

La creatividad no es un lujo, es una necesidad. Es la forma en que podemos resistir y reimaginar el mundo. Y el rock y el metal, géneros que nacieron como un acto de resistencia, tienen en sus manos la capacidad de liderar este cambio. Pero para ello, tenemos que dejar de pensar como el sistema nos dice que pensemos. No se trata de producir más discos, más conciertos, más merchandising. Se trata de crear algo que importe. Algo que no pueda comprarse ni venderse.

Así que, la próxima vez que te sientas culpable por no ser productivx, recuerda esto: el capitalismo no quiere que seas creativx porque la creatividad es poder. Y ese poder, en las manos adecuadas, puede cambiarlo todo.

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