ENTREVISTA: Monty Peiró: ‘Es hora de devolverle el rock al rock’
Monty por VikPamNox
Con una trayectoria que abarca desde el escenario hasta la academia, Monty Peiró desafía al status quo del rock. Esta entrevista explora su lucha por la visibilidad femenina en la música, su activismo feminista y el análisis crítico de una industria que, en sus palabras, «sigue siendo un territorio de resistencia». En su reciente libro, El diablo vino a mí, Monty da voz a las mujeres que han sido apartadas del relato oficial del rock, combinando sus perspectivas como antropóloga, psicóloga y música. Aquí, Monty nos habla sin tapujos de los sesgos de género, la despolitización del rock y su deseo de “devolverle el rock al rock” a través de voces disidentes y diversas. En un estilo crudo y directo, expone las luchas, reflexiona sobre su experiencia y marca el camino hacia un rock más libre y rebelde.
-¡Hola! Antes de nada, gracias por tu tiempo ¿Qué tal estás? Yendo al lío; has estado en la música durante años, desde Sweet Little Sister hasta proyectos como Gran Quivira. ¿Cómo ha evolucionado tu manera de ver la industria musical desde dentro, especialmente respecto a la inclusión de las mujeres? ¿Sientes que has tenido que reinventarte constantemente para encajar o destacar?
Es una pregunta para la que he necesitado escribir un libro, jajaja, así que no tiene fácil respuesta, pero soy optimista y veo que desde que yo empecé, las cosas van a mejor. Cada vez somos más mujeres y, además, con más conciencia feminista, más combativas y con las ideas más claras. Queda mucho para alcanzar la igualdad pero estamos en ello. En mi caso particular, para encajar o destacar siento que más que reinventarme, que quizás es algo que responde más a mis inquietudes personales, he tenido que demostrar más: ser más buena, más profesional, más intachable en mi conducta, más puntual y más responsable que mis compañeros hombres. En las mujeres, la mediocridad está muy penalizada, en los hombres es absolutamente corriente.
-Tu libro El diablo vino a mí es una exploración de mujeres y rock, un terreno históricamente dominado por hombres. ¿Qué parte de tu experiencia personal influyó más en la escritura del libro? ¿Qué momento de tu carrera te hizo sentir esa falta de representación de manera más aguda?
Creo que me ha influido toda mi vida, ya que el libro era mi manera de conectar todo lo que he hecho a lo largo de mi carrera. Me ha permitido unir mi faceta como antropóloga y psicóloga a la de música y también a la de comunicadora y divulgadora. En ese sentido, para mí era el proyecto perfecto, porque me permitía conectar todos los puntos de mi vida. En cuanto a qué momento me hizo sentir esa falta de representación, no sé si hay un momento en concreto, sino más bien la suma de muchísimas situaciones en las que mi condición de mujer, o la de mis compañeras, me hizo sentir fuera de lugar o me causó sufrimiento.
-Mencionas a menudo la tensión entre la cosificación y el empoderamiento femenino en el escenario. ¿Cómo manejas esa línea cuando tú misma subes a un escenario? ¿Te has sentido observada bajo esa lente de ‘sujeto versus objeto’ en algún momento de tu carrera?
Creo que es importante que las mujeres nos apropiemos de nuestra sexualidad escénica, igual que han hecho los hombres en el rock. ¿Por qué Iggy Pop puede basar su estética en ir sin camiseta pero una mujer no? ¿Por qué el sex-appeal de Mick Jagger juega a su favor y en el caso de muchas mujeres juega en su contra? En mi caso, tengo que decir que jamás tuve un plan. Al principio, con Sweet Little Sister, lo explotaba más porque mis referentes eran hombres que jugaban con su sexualidad, como Axl Rose o Sebastian Bach. Con el tiempo, de manera más o menos inconsciente, fui encaminando mi imagen a algo más “serio”, supongo que harta de recibir insultos sexistas y machistas que tenían que ver con el hecho de ser mujer y “usar” mi físico. Me da rabia, porque en ese sentido fui coartando mi libertad escénica.
-En una ocasión hablaste de cómo se reacciona de manera distinta cuando una mujer utiliza su sexualidad en el rock, comparándolo con figuras como Iggy Pop o Axl Rose. ¿Crees que el debate en torno a la sexualización femenina en la música ha evolucionado o seguimos estancadxs en esos mismos prejuicios?
Creo que, afortunadamente, hemos avanzado. Para mí es paradigmático el caso de Vic de Angelis, de Maneskin. El hecho de que ella sea una mujer en una banda de chicos y muchas veces vaya vestida -o desvestida- igual que el cantante de su grupo evidenciando cómo a ella le censuran los pezones y a él no, es una jugada bastante maestra por su parte, porque todo el rato queda patente que, si haciendo lo mismo, solo se la critica a ella, es machismo. Creo que ella ha conseguido conquistar esa libertad y tiene toda mi admiración por ello. No obstante, seguimos teniendo mucho que avanzar y que mejorar para que los cuerpos de las mujeres no sean vistos como objetos que deben ser presentados para el consumo masculino y poder usarlos como parte de nuestra perfomance, igual que hacen los hombres.
-Tienes una formación en psicología y antropología, algo que no muchxs asocian con una carrera musical. ¿Cómo crees que esos estudios han influido en tu perspectiva sobre la escena musical? ¿Has notado que te hacen cuestionar dinámicas que otrxs artistas podrían pasar por alto?
Creo que mi formación en ciencias sociales me ha ayudado a hacerme preguntas y a ser analítica con las situaciones que he vivido. Siempre he tenido muchísima curiosidad por saber cuáles eran los factores sociales y culturales que estaban operando en determinadas situaciones que vivía o qué había detrás de sensaciones abstractas que tenía y que quería traducir a palabras. También, desde siempre, he hablado de estos temas con otras mujeres con cierta vocación etnográfica. Supongo que es una situación muy privilegiada que me ha permitido unir en el libro la experiencia personal con el análisis desde las ciencias sociales.
-En Todo Mal tocas temas que van desde la desigualdad hasta la precariedad, pero en el contexto de la música, ¿crees que la escena rock o metal ha perdido el impulso de ser un espacio de resistencia política?
Desgraciadamente, creo que es así, salvo honrosas excepciones. Más allá de figuras como Tom Morello, Kathleen Hannah y algunas otras personas que todavía creen en el rock como una música rebelde y con capacidad de ofrecer resistencia política, creo que en general, al rock le ha faltado estar más pendiente del mundo en el que vivimos, de los cambios que se dan en él y de las nuevas reivindicaciones que surgen. Creo, no obstante, que es un buen momento para las mujeres y todas las identidades disidentes para reapropiarnos del rock. Los hombres blancos ya no tienen demasiado que reivindicar así que es el momento de devolverle el rock al rock.
-Hay un fenómeno constante de mujeres en la música que son encasilladas en roles específicos o limitadas a ciertos tipos de expresión. ¿Crees que todavía existen ‘territorios prohibidos’ para las mujeres en el rock y el metal? ¿Cómo ves la relación entre el género y la libertad artística (o técnica) en este espacio?
En mi libro trato de explicar por qué hay determinados roles que nos cuesta más conquistar. No es tampoco una respuesta sencilla, así que os animo a leeros el libro pero la respuesta corta es: sí, todavía hay territorios prohibidos, como el de instrumentistas, por ejemplo.
-En tu sección ‘Pioneres’ de Territori Sonor, has visibilizado a mujeres olvidadas en la historia de la música valenciana. ¿Qué es lo que más te sorprendió al investigar estas historias? ¿Te encuentras con alguna resistencia a reconocer su legado?
Lo que más me sorprendió es la cantidad de mujeres que he encontrado. Esta es mi séptima temporada y sigo encontrando mujeres en todas las épocas, en todos los estilos. Esto contradice la creencia de que las mujeres en la música hemos sido pocas, o no hemos estado en determinados instrumentos, épocas o estilos. Desgraciadamente me encuentro con mucha resistencia de ellas mismas muchas veces a reconocer su legado. Tienden a quitarse importancia, cosa que me entristece mucho.
-¿Cuál ha sido el momento más revelador o transformador en tu carrera en cuanto a cómo entendías el rol de la mujer en la industria musical? ¿Hubo una situación concreta que te llevó a cambiar tu enfoque o activismo dentro de la escena?
Muchos de esos momentos han sido el hecho de ver a otras mujeres haciendo cosas que se suponía que no hacíamos. La primera vez que vi en la tele a Jennifer Batten me impresionó mucho. Cuando vi a Tere Nuñez tocando el bajo con Presuntos Implicados en un programa de música también. Cuando Dover irrumpieron en el panorama… Esos momentos me impactaron y me hicieron desear formar parte de la música con un rol activo. En cuanto a mi activismo, es algo que se fue desarrollando a través de mi carrera, al compartir espacios con tantas compañeras (siempre he tocado con otras mujeres) e ir dándonos cuenta de que lo que nos pasaban cosas o sufríamos discriminaciones que nuestros compañeros no. La verdad es que en ese sentido, fui bastante precoz. El activismo feminista me acompaña desde los inicios, prácticamente, y además he sido muy insistente con el tema. Es una lucha que me acompaña desde siempre. Ahora está mejor visto, pero en el pasado me ha costado muchas discusiones, vetos y gente hablando mal de mí por esto. Me la sudaba antes y me la suda ahora, pero no olvido todas las trabas que algunas personas me pusieron por reivindicar algo que era y es justo.
-El tema del cansancio por demostrar tu valía es algo de lo que has hablado antes. Pero más allá de la presión personal, ¿crees que esa constante necesidad de ‘probarse’ termina moldeando la manera en la que las mujeres producen música? ¿Hasta qué punto esa lucha afecta al sonido, al estilo, o incluso a las decisiones creativas de las artistas?
Creo que es algo que afecta de manera transversal a toda la actividad musical de las mujeres. Crea una falta de autoestima estructural y nos tiene gastando muchísimo tiempo, energía y recursos psicológicos en gestionar esto. Ese tiempo, energía y recursos podríamos dedicarlo, sencillamente, a practicar, a componer, etc… Así que de entrada ya nos deja en una situación de desventaja. Además, es la causa de que muchas mujeres abandonen sus carreras o no se planteen empezar, por lo que afecta, y mucho, a nuestra situación.
-Has comentado en ocasiones cómo la necesidad de estar constantemente demostrando tu valía afecta a las mujeres en la música. Pero más allá de lo personal, me interesa explorar algo más amplio: ¿crees que esa dinámica de tener que ‘probarse’ genera un impacto en la evolución del género musical mismo? Es decir, ¿cómo afecta el hecho de que tantas artistas tengan que enfocarse más en defender su derecho a existir que en experimentar y politizar su música? ¿Se pierde algo del arte cuando el espacio creativo está condicionado por esa lucha constante?
Creo que afecta muchísimo al género musical en sí mismo. En el rock y el metal solo existe una manera de ser mujer: el arquetipo de la mujer valiente, fuerte, con una imagen muy impactante, etc… Esto, ya de entrada, hace que sea muy difícil mantenerse en estos géneros si no respondes a ese arquetipo. Existen muchos ejemplos de hombres tímidos, no especialmente valientes, etc.. Se me ocurren Thom Yorke o Kurt Cobain, por citar a dos grandes tímidos con carreras ultra exitosas. Sin embargo, no conocemos a sus análogas mujeres. No sabemos la música que harían las mujeres tímidas o que no estén especialmente interesadas en reivindicarse o tener que ser abanderadas de la lucha feminista y esto es un sesgo enorme porque hay un sector de las mujeres que directamente no tiene cabida y por tanto, su música jamás existirá. Tenemos que encajar en ese arquetipo tan concreto y si no somos así, forzarnos a serlo. Y es agotador. Personalmente yo siento que sí encajo en ese espacio y desde ahí he podido desarrollar mi carrera, aun con grandes dificultades, pero tengo amigas que directamente ni se plantean tener una banda porque jamás han visto que hay un lugar para las chicas que no encajan en ese rol. Y nos estamos perdiendo, por tanto, muchísima música.
-Como música, ¿cómo experimentas el tema del mansplaining técnico, especialmente en el ámbito de la producción o el sonido, donde se suele subestimar el conocimiento de las mujeres? ¿Cómo te enfrentas a estas situaciones en los ensayos o conciertos?
Me ha sucedido en casi todos los ámbitos, no sólo en el ámbito del sonido. Te diría que un montón de hombres me han explicado cómo cantar, cómo tocar, cómo sonar, cómo promocionar mi grupo, cómo coger mi micrófono, a qué altura debo llevar mi guitarra, cómo moverme en el escenario, cómo afinar, cómo componer, cómo hacer coros… Incluso algunos hombres me han explicado lo que es un mansplaining y lo que no…
A lo largo de mi carrera me he enfrentado como he podido. Al principio me quedaba estupefacta y no respondía, a día de hoy, si me sucede, no me callo y les digo abiertamente que no necesito su opinión ni la he pedido. Tengo 43 años, ya no me callo.
-Tu libro menciona figuras clave en la música que rompieron moldes. En términos personales, ¿quiénes han sido tus referentes a lo largo de los años, tanto dentro como fuera del rock, y cómo han moldeado tu visión sobre el feminismo?
Me han influido muchísimas mujeres. Dentro de la música podría citar a Jennifer Batten, Joan Jett, Doro Pesch, Cristina y Amparo Llanos, Lita Ford, Vixen, The Donnas, Maika Makovski, Tere Nuñez, Angela Gossow, Lzzy Hale, Stevie Nicks, Nik West, Skin, Shirley Manson, Sandra Nassic, Debbie Harry, Courtney Love, Kathleen Hannah… La verdad es que tengo un montón de referentes. Todas ellas son mujeres que me han mostrado maneras de ser y de estar en un escenario que no concebía hasta que las vi a ellas. Como musicólogas, Laura Viñuela y Sakira Ventura son dos grandes referentes de las que he aprendido muchísimo. Fuera de la música, creo que Alexandra Kollontai y Angela Davis me han enseñado mucho sobre el feminismo y cómo creo que este debe articularse como movimiento.
-En tu carrera has hablado mucho sobre la importancia de la sororidad en la música. ¿Cómo ha sido tu experiencia formando alianzas con otras mujeres en la industria? ¿Te has topado con algún tipo de competitividad impuesta por el sistema patriarcal que crea rivalidades?
Desde que empecé en la música he tocado con otras mujeres. Siempre he priorizado tocar con ellas, como un acto político. Mi experiencia ha sido muy buena en cuanto a que me ha demostrado que, digan lo que digan, siempre hay mujeres con las que tocar y formar alianzas feministas me resulta muy enriquecedor. Juntas hemos luchado y además nos lo hemos pasado genial. En cuanto a lo personal, tocar con mujeres es exactamente igual que tocar con hombres. No defiendo un feminismo que eleva a las mujeres a la categoría de seres de luz, sino un feminismo que opina que somos humanas, igual que ellos. Por tanto, mis experiencias en este sentido han sido de todo tipo: con algunas he encajado muchísimo en lo musical, con otras no tanto. Algunas son mis amigas a día de hoy y a otras prefiero no verlas ni en pintura, exactamente igual que sucede con los hombres. La sororidad no tiene nada que ver, en mi opinión, con esa imagen edulcorada que a veces se nos vende de que todas somos amigas, nos llevamos genial siempre y no tenemos conflictos. Tiene con ver con alianzas políticas y con resistencias. Y en ese sentido, para mí ha sido una experiencia increíble de la que me siento muy orgullosa.
-Por último, ¿cómo ves la intersección del activismo social y la música hoy en día? ¿Crees que el rock y el metal son espacios que todavía pueden ser radicalmente políticos, o que han perdido parte de su capacidad contestataria?
Como te decía antes, creo que el rock, en manos de los mismos señores blancos heterosexuales desde hace décadas, se ha despolitizado (o más bien se ha politizado cada vez más hacia un espectro reaccionario y acomodado). Así que ahora, ser un señor tocando con la guitarra, una vez más, el solo de Sultans of Swing, no remueve nada ni supone ninguna rebeldía ni ninguna resistencia. Por eso creo que es el momento de que las y les que siempre fuimos apartadas, ninguneadas o confinadas a los márgenes hagamos del rock algo que vuelva a ser realmente rebelde y por lo que valga la pena luchar.
-Esto es todo, Monty, gracias una vez más por tu tiempo. Si quieres añadir cualquier cosa para cerrar, las últimas líneas son tuyas.
Muchísimas gracias por tu tiempo. Leed mi libro!