CRÍTICA: SATAN – Songs in Crimson

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El movimiento conocido como NWOBHM fue, en su momento, el impulso necesario para la popularidad del metal parido por Black Sabbath y perfeccionado por Judas Priest. Dentro del montonazo de bandas británicas que nacieron en ese entonces podemos destacar grandes nombres como Saxon, Iron Maiden o Praying Mantis (Motörhead son técnicamente anteriores a esa movida), pero no podemos olvidarnos de clásicos del underground como Angel Witch, Witchfinder General, Diamond Head… o para mí la joya de la corona: Satan. La formación de Newcastle fue formada en 1979, por los guitarristas Russ Tippins y Steve Ramsey, a los que poco más tarde se les unirían el bajista Graeme English, el batería Sean Taylor y el vocalista Brian Ross. En 1984 debutarían con el colosal Court in the Act: pionero indiscutible del speed metal. Poco más tarde Brian dejaría la banda y entraría en Blitzkrieg, para ser sustituido por Lou Taylor (quien ya había sido cambiado en su día por Ross). Entonces se modificarían brevemente el nombre a Blind Fury, para publicar su elepé Out of Reach (1985). En 1987 sacarían junto al vocalista Michael Jackson (no hablamos del rey del pop obviamente) su segundo disco: Suspended Sentence. Esos mismos músicos volverían a actualizar su denominación algo más tarde como Pariah, para lanzar dos infravaloradas obras como The Kindred (1988) y Blaze of Obscurity al año siguiente.

Si bien en ese entonces su primer lanzamiento pasó con más pena que gloria, con el paso de los años han ido logrando un merecido reconocimiento. A eso contribuyó la reunión de la formación clásica que tuvo lugar en 2004, para actuar en el Wacken alemán, junto a Brian. Sin embargo, no sería hasta 2011 que regresarían de manera definitiva, con la publicación del enorme Life Sentence dos años más tarde. A diferencia de lo que pasa con muchos grupos de la NWOBHM, su material reciente mantiene el excelso nivel, con publicaciones como Atom by Atom (2015), Cruel Magic (2018) o Earth Infernal (2022). El próximo 13 de septiembre, el día anterior a su actuación en el festival Pyrenean Warriors, verá la luz este esperadísimo Songs in Crimson, que os desengranamos a continuación.

Créditos: Stefan Rosic.

Empieza el viaje con un riff pegadizo marca de la casa en Franctic Zero. De primeras ya podemos observar que, si bien las canciones mantienen la habitual velocidad y riqueza compositiva, en esta ocasión son más concisas y ninguna se excede de los cuatro minutos de duración. Perseguían ese objetivo, sin disminuir la variedad de registros. Inicia misteriosa Era (The Day Will Come), que nos habla del amargo sentimiento de pérdida. Como siempre, el duelo de hachas de Tippins y Ramsay es una delicia auditiva. Muy vacilona se nos presenta Whore of Babylon, con esas referencias bíblicas. La percusión de Taylor se adapta en todo el elepé a lo que pide la canción: en ocasiones incesante y otras equilibrada. Interesantes esas líneas de bajo de English bien avanzado el tema, para bajar momentáneamente las revoluciones. Sacramental Rites parece proceder de la mismísima oscuridad, con unas ominosas líneas de guitarra. Como es habitual, el apartado coral no puede ser más pegadizo, poco antes y después de desatarse combinaciones a las seis cuerdas.

Martyrdom parece como si prosiguiera la temática religiosa. A diferencia del medio tiempo que le precede, esta es más animada, como la Break Free de su célebre Court in the Act. Empieza la segunda cara del disco con el brillante sencillo promocional: Turn the Tide. Speed frenético y gritazo a lo banshee de Ross, como sello inconfundible de este clásico del underground. Por no hablar nuevamente de la perfecta sincronía entre Ramsay y Tippins, quienes se conocen como si fueran cada uno la sombra del del otro. Llega la hora de los cautivos sin cadenas en Captives, como si la realidad nos mantuviera presos. Destaca por tener quizás el mejor chorus del elepé. Curse in Disguise entra en escena más calmada, aunque con igual intensidad. Algo que refuerza estas composiciones son las voces secundarias, similar a lo que hace Tippins con sus Tanith.

Podemos encontrar ciertos matices psicodélicos en Truth Bullet. Me encanta ese onírico solo, después de la atronadora batería de Taylor. Termina este viaje por la NWOBHM con el amenazador riff de Deadly Crimson, cuya narrativa hace referencia al nombre de la grabación. Hacia el ecuador de la canción, esta va adquiriendo una atmosfera lúgubre, como si estuviéramos delante de un asesino despiadado hambriento de sangre fresca.

Satan llevan muchos años demostrando un elogiable nivel de excelencia y autoexigencia. Siempre están encantados de añadir nuevos sabores a su receta. En lo personal, creo que me ha gustado más que su anterior Earth Infernal. Como hemos comentado, en ocasiones es mejor no extender en exceso la duración de las canciones, para así lograr que el espectador mantenga un alto nivel de atención.

Metal Blade Records (2024)

Puntuación: 8/10

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