ARTÍCULO: La Trilogía de los Animales: piedra angular del giallo de Argento

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Las adaptaciones al italiano de clásicos del misterio, como Agatha Christie o Edgard Wallace, vinieron de la mano de la colección Il Giallo Mondadori sobre 1929. El término giallo significa amarillo en italiano, debido al color representativo de las portadas de esos relatos. Sin embargo, no sería hasta 1963 que vería la luz la primera adaptación cinematográfica: La ragazza che sapeva troppo (La muchacha que sabía demasiado), protagonizada por Leticia Roman. Fue dirigida por el pionero Mario Bava, quien ya en 1960 había grabado Black Sunday, una obra maestra del terror gótico, con la enorme Barbara Steele. Ese mismo año también se encargaría de Black Sabbath (en efecto, Iommi y los suyos tomaron ese nombre) y, ya en 1964, terminó de definir el giallo con la enorme Sei donne per l’assassino (Blood and Black Lace). Por lo general, todas las obras posteriores beberían de esas características: investigación propia o policíaca, asesinatos desde el punto de vista del perpetrador, sexploitation (casi siempre aparece una mujer desnuda o con escasa ropa), el uso de colores o paisajes vistosos así como, en ocasiones, elementos sobrenaturales (Suspiria de 1977 o Phenomena de 1985, del propio Argento). Es evidente que este subgénero es una influencia clave para el posterior slasher estadounidense.

Nuestro protagonista recogería el testigo de Bava en 1970, para debutar como director en la magnífica L’uccello dalle piume di cristallo (El pájaro de las plumas de cristal). Con este giallo daría comienzo a su llamada Trilogía de los animales, si bien solo tienen en común los títulos. En cambio, las otras de su Trilogía de las tres madres (Suspiria, Inferno de 1980 y The Mother of Tears de 2007) sí tienen cierta conexión entre ellas narrativamente.

La trama de esta ópera prima nos lleva a Roma, donde están de vacaciones el escritor Sam Dalmas (Tony Musante) y su pareja Julia (Suzy Kendall). En medio de un bloqueo creativo, se plantean volver a Estados Unidos, cuando Sam es testigo del ataque a una mujer en una galería de arte, por parte de una figura que lleva impermeable y guantes negros. La policía decide retener su pasaporte, para que les ayude a atrapar a un asesino en serie, que parece haber sido el mismo agresor.

Además de los protagonistas, cabe destacar la actuación de Eva Renzi como Monica Ranieri, la responsable de la galería. La mejor de estas tres películas, donde el plot twist final es realmente inesperado, aunque quizás poco creíble. La ubicación del pájaro que da nombre a la cinta resulta clave para encontrar el paradero del psicópata.

Seguimos con Il gatto a nove code (El gato de las nueve colas, de 1971). La historia se centra en el Instituto Médico Terzi, donde un desconocido ha robado algo de suma importancia. Un Doctor sabe quién está detrás, por lo que decide chantajearle, pero es empujado a las vías del tren. El reportero Carlo Giordani (James Franciscus) deberá trabajar junto a un antiguo reportero ciego, Franco «Cookie» Arnò (Karl Malden), para averiguar quién es el asesino y sus propósitos.

El título no hace referencia a un gato, ni siquiera al látigo de tortura del mismo nombre, sino al número de pistas que deberán seguir para atrapar al asesino. Si bien es quizás la que menos me convence de las tres, aquí la investigación es muy disfrutable y elaborada, con un componente científico que aporta mucho al desarrollo de la trama. El desenlace es interesante y coherente. A diferencia de las otras dos, donde la banda sonora es obra del genio Ennio Morricone, aquí se encarga Bruno Nicolai.

Cierra esta trilogía ese mismo año con 4 mosche di velluto grigio (Cuatro moscas sobre terciopelo gris). En esta, el batería Roberto Tobías (Michael Brandon) es perseguido por un desconocido y se le acusa de asesinarlo. Pronto recibirá amenazas de una figura enmascarada. El papelazo de Mimsy Farmer como Nina, la mujer del protagonista, es encomiable.

Aunque es evidente que se trata de uno de los primeros gialli de Argento, sigue siendo una película muy competente y un buen cierre de la trilogía. Hay personajes secundarios que, aunque sirven como alivio cómico, creo que le sobran a la trama. Mencionar también la anecdótica participación del conocido Bud Spencer.

Ya fuera de esta trilogía, Argento regresaría al giallo en 1975, con la que quizás es su mejor obra: Profondo Rosso. Aprovecho para recomendaros asimismo Tenebrae (1982) y Opera (1987).

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