ARTÍCULO: Viña Cock 2025: El Macho Fest del año (otra vez)

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¡Sorpresa, sorpresa! El Viña Rock, ese festival que se supone que celebra la diversidad del rock y de la música alternativa, ha presentado su cartel para 2025 y… ¡oh, vaya! Ni una sola mujer sobre los escenarios. Cero. Nada. Bienvenidos al Club del Testosterona Rock. Porque, claro, en pleno 2024, resulta que las mujeres y las disidencias no tocan la guitarra, no producen, no cantan ni pisan escenarios. Deben estar muy ocupadas haciendo… no sé, tejiendo bufandas de lana. O algo. ¡Qué modernidad, Viña Rock!

A ver, lo primero que quiero decir es que esto es una vergüenza monumental. Pero, ¿de verdad a estas alturas tenemos que seguir explicando la importancia de una programación consciente? ¿De verdad hay que recordarles a los organizadores que la música no es solo cosa de hombres blancos cis y hetero? No, lo que pasa es que muchos festivales siguen montando sus carteles como si estuviéramos en 1970, y se escudan en ese discurso tan manido de «es que no hay mujeres o disidencias en las bandas» o «es que no encajan con nuestro público». A ver, queridos dinosaurios: no es que no haya mujeres ni disidencias, es que no las queréis ver.

Si en tu festival no hay mujeres en los escenarios, la culpa es tuya, punto. No puedes montar un cartel de 2025 que parezca una reunión de la liga de fútbol sala de tu barrio y pensar que eso es normal. No es cuestión de llenar cupos, es cuestión de justicia, de representación, de cambiar las estructuras rancias que perpetúan la invisibilización de las mujeres y de las personas no binarias. ¿Sabes lo que pasa cuando las chicas ven un cartel de Viña Rock sin mujeres? Piensan que ese mundo no es para ellas. Y ¿sabes lo que ocurre cuando el 50% de la población no se siente representada? Que te estás cargando la cultura desde la raíz.

Pero la cosa no se queda ahí. Es que la invisibilización no es solo sobre los escenarios. ¿Qué tal si hablamos también de quién está detrás de la producción? ¿De quién maneja las mesas de sonido, las luces, los contratos? Porque, sorpresa, los festivales también son un coto cerrado para las disidencias y para las mujeres cuando se trata de puestos técnicos y de producción. ¿Cuántas mujeres y personas no binarias ves en la cabina de sonido? ¿Cuántas en la dirección técnica? ¿Cuántas jefas de producción? La respuesta: casi ninguna. Otra vez, porque no las queréis ahí, porque no os molestáis ni en buscarlas.

Es imperativo que los organizadores de festivales, y de eventos culturales en general, estén politizados. Y no, no me refiero a que se hagan selfies con la bandera del arco iris durante el Orgullo. Me refiero a que sean conscientes del poder que tienen para cambiar las cosas. Programar con diversidad no es una cuestión de moda, es una cuestión de responsabilidad cultural. No puedes seguir lavándote las manos y decir «es lo que hay» cuando claramente no es lo que hay. Porque si de verdad mirases más allá de tus listas de contactos de machotes de siempre, verías que hay talento de sobra para montar un cartel lleno de mujeres, disidencias y todo lo que sea menos lo de siempre.

Que no haya ni una sola mujer en el cartel del Viña Rock 2025 es una vergüenza para la organización, pero también un reflejo de una falta de voluntad para cambiar. Porque el rock, el punk, el rap y todas las formas de música alternativa que supuestamente representa el Viña Rock, nacieron para cuestionar el sistema y luchar contra las estructuras de poder. Pero si sigues programando como si estuviéramos en los 80, lo único que haces es perpetuar el mismo sistema opresor que finges combatir.

Así que, queridísimos organizadores del Viña Rock, ya va siendo hora de que os bajéis de la burra y os deis cuenta de que, si no empezáis a cambiar desde dentro, vuestra «rebeldía» será tan auténtica como una camiseta de los Ramones comprada en el Primark. ¿Queréis seguir organizando un festival relevante? Empezad a ser relevantes vosotros primero. Y para eso, os lo creáis o no, necesitáis mujeres, disidencias y más diversidad en todos los niveles. Desde el escenario hasta los camerinos, pasando por las mesas de sonido, la producción y los equipos de comunicación. Porque de lo contrario, lo único que estaréis haciendo es seguir alimentando ese círculo vicioso de exclusión que, sinceramente, ya nos huele bastante mal.

En fin, Viña Rock: más de lo mismo, pero peor. ¿Os vais a poner las pilas o preferís seguir tocando la misma desafinada canción de siempre?

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