ARTÍCULO: Organzación de eventos: Política o Barbarie
¿Deberían estar politizadxs lxs organizadorxs de conciertos? Claro que sí, pero antes de que me salten con el típico “¡no mezcles política con la música!” vamos a hablar de lo que significa de verdad estar politizadx y por qué es absolutamente necesario, especialmente en la escena musical. Porque a ver, ¿qué entendemos por “política”? Si te suena solo a partidos, votaciones y promesas rotas, déjame darte un pequeño baño de realidad: todo es político. Lo es lo que consumes, lo que escuchas, los espacios que habitas, las personas con las que interactúas. Y los conciertos, desde luego, no son la excepción.
¿Qué tiene que ver la política con un concierto?
Pues todo. Desde qué bandas se invitan, quiénes tocan en esos escenarios, hasta cómo se manejan las dinámicas de seguridad, accesibilidad, y respeto en el evento. Y aquí no estamos hablando de política partidista, sino de una consciencia sobre las desigualdades que existen a nuestro alrededor, y cómo las decisiones que tomamos, especialmente en eventos culturales, impactan a distintas comunidades de manera diferente. Entonces, cuando alguien organiza un concierto, también decide a quién da voz y espacio, y qué tipo de entorno está creando. En este sentido, ser “neutral” es una postura que no existe. O estás contribuyendo a un espacio seguro e inclusivo, o estás perpetuando sistemas de opresión que ya están en todas partes.
El mito de la «neutralidad»
Lo siento, pero ese cuento de que la música y la política no se mezclan ya no cuela. En un mundo ideal, podrías organizar un evento y pretender que las cosas se desarrollen de manera “natural”, pero la realidad es otra. Los espacios de ocio y cultura también reproducen las desigualdades estructurales que nos atraviesan como sociedad. ¿No te has dado cuenta de que los festivales están plagados de hombres blancos y heteros en el cartel? O de que, por desgracia, las mujeres y las disidencias no siempre se sienten igual de seguras en estos eventos, o de cómo los incidentes de acoso y violencia son aún demasiado comunes.
La «neutralidad» en estos casos solo refuerza el statu quo. Y spoiler: el statu quo no es un lugar muy inclusivo ni diverso que digamos.
¿Qué pasa cuando lxs organizadorxs no están politizadxs?
Pasemos a los ejemplos prácticos. Pensemos en esos festivales que ignoran denuncias de acoso, como si la violencia machista no fuera parte de su responsabilidad. O en esos carteles plagados de bandas cuyo único rasgo distintivo parece ser la testosterona. Si lxs organizadorxs no toman una postura clara, lo que acaban promoviendo, aunque sea de forma implícita, es la repetición de esas dinámicas tóxicas. Sin una visión política, es fácil caer en la trampa de la exclusión, la violencia y la falta de representación. Si no se hace un esfuerzo consciente por ser inclusivxs y respetuosxs, lo más probable es que el festival se convierta en una extensión más de los sistemas de opresión que ya vivimos en nuestro día a día.
La música como motor de cambio
La música ha sido históricamente una herramienta de resistencia, de contracultura y de lucha contra las injusticias. Desde el punk hasta el metal, ha habido espacios donde se han alzado voces contra la discriminación, el fascismo, el sexismo y otros males sociales. Entonces, ¿por qué en pleno 2024 seguimos pensando que los conciertos deberían ser espacios “apolíticos”? Sería más honesto admitir que los organizadores que se niegan a politizarse lo que realmente están haciendo es mirar hacia otro lado, evitando responsabilidades sociales bajo la falsa premisa de la «neutralidad».
Entonces, ¿qué significa estar politizadx?
Significa estar conscientes de las desigualdades que existen, y trabajar activamente para combatirlas. Significa abrir espacios a bandas de mujeres, personas racializadas, disidencias sexuales, y no solo como una cuestión de “cupo”, sino porque sus voces son igualmente valiosas. También implica tomar medidas para que los festivales y conciertos sean entornos seguros, donde el acoso y la violencia no tengan cabida, y donde todxs puedan disfrutar de la música sin miedo. Es también promover debates, charlas, espacios de reflexión donde podamos seguir construyendo una cultura musical que no solo sea diversa, sino inclusiva y empoderadora.
¿Y qué podemos hacer como comunidad?
Primero, exigir a los festivales y organizadorxs que se posicionen, que no escondan la cabeza bajo tierra. La música no es solo entretenimiento; es una herramienta de resistencia y de construcción social. Segundo, apoyar a aquellas iniciativas y eventos que ya están haciendo este trabajo, aunque parezca que van contracorriente. Porque sí, existen, y son cada vez más. También hay que hablar, incomodar, y señalar cuando algo no está bien. No es suficiente con ignorar el problema o pensar que alguien más lo resolverá. Si no, el cambio nunca llegará.
En conclusión: lxs organizadorxs de conciertos deberían estar politizadxs porque el simple hecho de organizar un evento ya es un acto político. ¿Cómo se distribuyen los recursos? ¿A quién se le da visibilidad? ¿Se garantiza un espacio seguro para todxs lxs asistentes? ¿Cómo se gestionan las entradas? ¿Cómo se abordan temas como la seguridad, el respeto y la inclusión? Todo esto importa. Y si sigues creyendo que no tiene nada que ver, probablemente estás del lado de quienes prefieren que nada cambie.
Así que sí, que estén politizadxs, porque el mundo de la música también necesita ser un espacio de cambio y no una repetición de las mismas mierdas de siempre.