ARTÍCULO: La gira que nunca debería haber sido

Vamos a ponernos en contexto: la escena del metal, esa guarida donde el odio visceral y la energía desenfrenada se manifiestan musicalmente… y, al parecer, también en los comportamientos fuera del escenario. Esta vez, nos toca ver cómo dos bandas deciden subirse juntas al tren de la infamia. El combo más insólito del momento: Decapitated y As I Lay Dying. ¡Vaya dupla!
Pero antes de aplaudir lo «épico» de este anuncio, hagamos memoria sobre lo que cada banda trae consigo. No, no estamos hablando de mosh sudoroso y breakdowns densos. Estamos hablando de agresores, de tipos que tienen más manchas que la camiseta de un hooligan en pleno derbi.
Decapitated: «¡Inocentes! Porque lo decimos nosotros, claro»
Arranquemos con Decapitated, una banda polaca que estuvo en el ojo del huracán por un caso de agresión sexual que ocurrió en 2017 en Estados Unidos. ¿Qué hicieron? Ah, lo de siempre: alegar inocencia. Un clásico. ¡Tienen más excusas que Ayuso! Resulta que fueron acusados de secuestrar y agredir sexualmente a una mujer después de un concierto en Spokane, Washington. Y ojo, que no fue una acusación ligera, hubo una investigación, arrestos, juicio… la historia completa.
¿El final? La víctima, harta de recibir amenazas de muerte (porque claro, en esta escena de mierda siempre hay «fans» dispuestxs a hacer lo que sea por sus ídolos) decidió no seguir con el caso. Y ya está, asunto resuelto. «¡Nos dejaron libres, así que somos inocentes!». Claro, como si la falta de condena fuera sinónimo de pureza. Que no hayan terminado en la cárcel no cambia los hechos: que una mujer los acusó de agredirla sexualmente y que abandonó el proceso por miedo, no porque la justicia hubiera probado su inocencia (hasta donde sabemos, la justicia no la probó de mentirosa, pero ya sabemos que para los señoros, la presunción de inocencia es solo para sus colegas los de las bandas). Pero para ellos, la historia terminó ahí. Siguen con su carrera y aquí no ha pasado nada. Limpios como el agua del Nilo (pero en la temporada de inundaciones).
Tim Lambesis: «Ups, intenté matar a mi mujer. Pero, hey, ya pedí perdón, ¿no?»
Y luego está el entrañable Tim Lambesis, el líder de As I Lay Dying, quien decidió que lo más metal que podía hacer en su vida no era componer un álbum contundente, sino tratar de contratar a un sicario para matar a su mujer. ¡¿Qué más épico que eso?! No, perdón, eso no es metal, eso es pura violencia machista. Lambesis fue arrestado en 2013 tras tratar de contratar a un policía encubierto para que hiciera el trabajo sucio. Se declaró culpable, cumplió su condena y, al salir, nos regaló su mejor cara de «he cambiado». Ya sabéis, una disculpita por aquí, una entrevista emotiva por allá y ¡voilà! De vuelta a los escenarios. Como si nada. Porque, claro, en el mundo del metal, aparentemente solo hace falta un «perdón» para resetear todo y volver a la normalidad.
¿Ha cambiado realmente Lambesis? Eso está por verse, pero lo que queda claro es que su regreso a la música fue casi inmediato. Porque, como todxs sabemos, nada dice más «he aprendido de mis errores» que salir corriendo a montar otra gira internacional. Porque el show must go on, y a quién le importa la seguridad de las mujeres que puedan estar en el público o incluso en los equipos de trabajo. Seguro que se sentirán muy cómodas sabiendo que un tipo que intentó matar a su esposa está liderando la banda que van a ver.
El Circo del Perdón Rápido: ¿No hay consecuencias?
Lo que realmente apesta en toda esta situación es la rapidez con la que estas bandas vuelven a la normalidad. No hay consecuencias reales, no hay reflexión, no hay cambios sistémicos en la industria musical. Solo un breve escándalo y luego todo vuelve a la rutina.
Y eso, querida audiencia, es peligrosísimo. ¿Qué mensaje estamos enviando a las personas que han sufrido violencia machista cuando permitimos que estos individuos tengan un escenario, un micrófono y una plataforma masiva? El mensaje es claro: «No importa lo que hiciste, mientras sigas haciendo dinero para los promotores y llenes salas, todo está perdonado». Pues lo siento, pero ese no es el tipo de escena que deberíamos apoyar.
La ausencia de consecuencias serias para este tipo de actos crea un espacio donde los agresores siguen gozando de poder, fama y seguidorxs, mientras que las supervivientes son relegadas al olvido o, peor aún, se les disuade de buscar justicia por miedo a represalias o amenazas. Y no nos engañemos: la cultura que permite este tipo de impunidad es la misma que alimenta una atmósfera de inseguridad constante para las mujeres.
Los promotores: ¿En qué están pensando?
Hablemos de los promotores de la gira, esas mentes maestras detrás de este desastre anunciado. ¿Qué pasó aquí? ¿No había suficientes bandas sin historial criminal disponible? ¿Era realmente necesario unir a dos bandas con historias de violencia machista bajo la misma carpa de circo? El papel de los promotores aquí es clave, porque son ellos quienes deciden a quién dar visibilidad, a quién dar espacio, a quién poner en los escenarios.
Y aquí es donde entra la responsabilidad social de la industria. Programar un evento no es simplemente juntar nombres famosos y esperar que la caja registradora suene. Hay que pensar en la comunidad a la que estás vendiendo ese espectáculo. Porque claro, una cosa es disfrutar del metal, y otra muy diferente es decirle a tu público femenino que los agresores están bienvenidos y que tienen un lugar privilegiado en el escenario. Total, los «problemitas legales» no importan cuando hay dinero de por medio, ¿verdad?
La seguridad de las mujeres: Prioridad siempre
Es evidente que hay una desconexión brutal entre la responsabilidad de la industria y la seguridad de las mujeres. Las víctimas de violencia machista no deberían tener que compartir espacios con sus agresores, y mucho menos en un ambiente donde se les glorifica y se les aplaude por su música. ¿Qué mensaje se envía cuando permitimos que tipos como Lambesis y los de Decapitated suban a un escenario como si nada hubiera pasado? Que las mujeres no importan. Que sus experiencias no importan. Que el entretenimiento de los hombres es más valioso que la seguridad y la integridad de las mujeres.
Es hora de que tanto la industria como lxs fans de la música tomen un rol activo en rechazar este tipo de comportamiento. No se trata de ser puritanxs, se trata de entender que hay un límite claro entre arte y abuso. Y cuando alguien cruza esa línea, debe haber consecuencias reales. No basta con una disculpa rápida, no basta con fingir que nada pasó.
El público también es cómplice
Ahora bien, no solo son los promotores los que tienen una responsabilidad. Lxs fans también la tienen. Si compramos entradas para ver a estas bandas, si seguimos apoyándolos, entonces somos parte del problema. Cuando aplaudes a alguien con un historial de agresión, estás legitimando ese comportamiento. Y sí, ya sé que la música es importante, que hay artistas que significan mucho para nosotrxs. Pero si dejamos que nuestra pasión por la música nuble nuestro juicio moral, entonces estamos perpetuando la cultura de la impunidad.
La necesidad de una programación consciente
No podemos subestimar la importancia de tener una programación consciente en la industria musical. Las giras deben ser espacios seguros para todxs lxs asistentes, y eso incluye asegurarse de que los artistas que suben al escenario no sean personas que han cometido actos de violencia o abuso. Es simple: si has sido agresor, no mereces un espacio público hasta que haya un cambio real y tangible en tu comportamiento. No debería ser difícil entender esto.
Y sin embargo, aquí estamos, hablando de cómo la gira de Decapitated y As I Lay Dying fue anunciada como si nada. Como si no tuviéramos memoria. Como si no importara. Pero sí importa. Importa mucho.
Conclusión: No, gracias. No necesitamos esta gira
En resumen: esta gira no debería haberse anunciado nunca. Punto. Los antecedentes de estas bandas hablan por sí solos, y permitir que sigan actuando sin consecuencias es una bofetada a todas las personas que luchan por una escena musical más segura, inclusiva y justa. La responsabilidad está en los promotores, lxs fans y la industria en general para decir: NO a la glorificación de los agresores. Es hora de hacer un cambio real y dejar de normalizar la violencia.