ARTÍCULO: Brujas del Rock: Cómo Yoko, Courtney y Sharon «hicieron trizas» a genios.
Ah, las mujeres en la historia de la música. Si no las han ignorado, las han demonizado. Y es que cuando se trata de rock, parece que siempre hay una tendencia a culpar a la mujer de todo lo que sale mal en la vida del pobre y desdichado artista masculino. Porque claro, estos genios atormentados no podrían haberse autodestruido solitos, ¿no? Obvio, porque la responsabilidad emocional es como un unicornio: una criatura mitológica que nadie ha visto nunca.
Hablemos primero del clásico caso de Yoko Ono, porque no podemos empezar sin mencionar a la «bruja» que «destrozó» a los Beatles. Según la leyenda urbana, Yoko Ono es la responsable directa de la ruptura de la banda más famosa de todos los tiempos. Como si cuatro hombres adultos fueran títeres manejados por una sola mujer. ¿En serio?
El mito dice que Yoko, con su «maléfica» presencia en el estudio, plantó la semilla de la discordia entre los Fab Four. Pero lo que la gente olvida es que los Beatles ya estaban hasta el gorro unos de otros antes de que Yoko apareciera en escena. Eran como una familia que ya no se soporta, y Yoko fue la excusa perfecta para culpar a alguien que no fuera ellos mismos.
Ahora, pongamos las cosas claras: culpar a Yoko por la separación de los Beatles es tan ridículo como culpar al camarero por la mala comida en un restaurante. Y si te pones a pensar, la figura de Yoko Ono ha sido demonizada porque representa todo lo que un grupo de fans no quería: una mujer fuerte, independiente, que se atrevió a ser creativa y a influir en la vida y el arte de John Lennon. ¡Qué atrevimiento, Yoko! ¡Cómo te atreves a ser algo más que una simple «mujer de»! Qué osada.
Y si pensabas que el cuento del «viene a romper la banda» se había quedado en los años 60, pues te equivocas. Saltemos unas décadas y encontrémonos con la «culpable» de turno: Courtney Love. Aquí tenemos otro ejemplo de una mujer poderosa, que tiene que cargar con la culpa de las decisiones de un hombre. Kurt Cobain, líder de Nirvana, era un alma atormentada mucho antes de que Courtney apareciera en su vida, pero claro, para muchxs fue Courtney quien lo empujó al abismo. Porque, por supuesto, él no tenía voluntad propia.
Courtney Love ha sido acusada de todo, desde causar la muerte de Cobain hasta arruinar la reputación de Nirvana. A ver, una cosa es ser controversial y otra es tener superpoderes para desmoronar la carrera de una banda legendaria. Pero ¿por qué se sigue apuntando con el dedo a la mujer cuando algo va mal? Fácil: porque es más cómodo mantener el status quo que aceptar que las mujeres tienen tanto derecho a ser imperfectas como los hombres, y que las decisiones que toman sus parejas son, de hecho, responsabilidad de esas parejas.
Y ya que estamos en esto, llevemos la discusión al terreno del metal, donde la cosa no cambia mucho. ¿Cuántas veces hemos oído a lxs fans acusar a alguna novia, mujer o pareja de «suavizar» el sonido de una banda? Como si Metallica hubieran sacado ‘Load’ porque las mujeres de Hetfield y Ulrich les dijeron que se cortaran el pelo y escribieran canciones más «suaves». Claro, culpar a la pareja es más fácil que aceptar que los músicos pueden evolucionar o querer explorar otros caminos. ¿Qué crees, que a lo mejor querían hacer otra cosa que no fuera gritar al micrófono sobre Satán y la muerte todo el rato? Shocker, ¿verdad?
Otro caso famoso en la escena del metal es el de Sharon Osbourne, a quien se le culpa (¡sorpresa!) por haber controlado la carrera de Ozzy Osbourne. ¡Oh, la «malvada» Sharon que manejó a su marido como si fuera una marioneta! Pero, vamos, Ozzy no es precisamente un niño, y sus decisiones—buenas o malas—las tomó él, con el apoyo de una mujer que ha sido clave para mantener su carrera viva. Y aún así, hay quienes insisten en pintarla como una bruja manipuladora. Digo, si una mujer es capaz de manejar a alguien como Ozzy durante tantos años, tal vez deberíamos estarle agradeciendo en lugar de criticarla.
Por supuesto, no podemos pasar por alto uno de los ejemplos más trágicos e infames: Nancy Spungen, la novia del bajista de los Sex Pistols, Sid Vicious. Se suele culpar a Nancy de arrastrar a Sid a un camino de adicción a las drogas y caos, lo que finalmente lo llevó a la muerte por sobredosis a la edad de 21 años. Antes de Nancy, Sid ya estaba luchando con la adicción y tendencias autodestructivas, pero ella en seguida se convirtió en el chivo expiatorio de todos sus problemas. La prensa y el público la etiquetaron como una «groupie» y una «mala influencia», negándose a reconocer que Sid estaba realmente mal mucho antes de conocerla. En lugar de explorar los complejos problemas de la adicción y la salud mental, la sociedad prefirió culpar a Nancy, reduciéndola a nada más que la «bruja» que llevó a Sid Vicious a su perdición.
Lo que realmente está en juego aquí es el eterno miedo a la mujer poderosa. Porque si hay algo que el patriarcado no soporta es a una mujer que no se queda en su «lugar». Y eso es exactamente lo que hicieron Yoko, Courtney y Sharon. Se atrevieron a influir, a ser visibles, a no quedarse en segundo plano, y eso es imperdonable para una sociedad que prefiere que las mujeres estén calladitas y no se metan en «asuntos de hombres».
La realidad es que culpar a estas mujeres de los fracasos o tragedias en las carreras de sus parejas no es solo misógino, es también simplista y perezoso. Es un intento de evitar la conversación real sobre la salud mental, las presiones del estrellato y los propios errores de estos hombres que, al fin y al cabo, son humanos. Es más fácil encontrar un chivo expiatorio que enfrentarse a la complejidad de la vida real.
Así que la próxima vez que escuches que alguien culpa a Yoko Ono, Courtney Love, o cualquier otra mujer por «arruinar» la carrera de un músico, ríete en su cara y recuérdale que los hombres también tienen agencia, y que tal vez—solo tal vez—es hora de dejar de ver a las mujeres como las eternas villanas de la película. Porque ya va siendo hora de que las viejas leyendas misóginas se vayan a tomar viento.