Samus de R’lyeh: una historia de espada y brujería

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Portada de la edición que estoy leyendo de Jirel de Joiry.

Si os soy sincero, llevaba mucho tiempo queriendo escribir una novela del subgénero épico de espada y brujería. Sagas célebres como las de Conan el Bárbaro, de Robert E. Howard o Elric de Melniboné, de Michael Moorcock, han sido cruciales para el éxito de estos epopéyicos relatos, que tanto han influenciado la música de formaciones de diferentes géneros. Desde que conocí la existencia de Jirel de Joiry, la primera obra protagonizada y escrita por una mujer, la americana Catherine Lucille Moore, pensé en crear una protagonista carismática para mi ficción histórica. Al fin y al cabo, siempre ha sido una vertiente literaria donde predominan los héroes masculinos.

Como algunos os daréis cuenta, realizaré continuas referencias a autores u obras que me han marcado, ya sea dentro del mundo de los videojuegos, de la literatura o del séptimo arte. Sin más dilación, os ofrezco a continuación los dos primeros capítulos que he escrito. ¡Espero que os guste el resultado!

Capítulo 1: Eterna oscuridad

La pequeña villa de R’lyeh se encontraba situada en un inhóspito valle, en lo más recóndito de la región helénica de Tracia. Era conocida por ser la cuna de los cimmeros, luchadores nobles pero implacables, entrenados desde los siete años en las artes bélicas. Regulaban sus acciones mediante un estricto código de honor, según el cual cualquiera que actuara deshonestamente contra sus enemigos era desterrado sin contemplaciones. Convivían en una sociedad patriarcal altamente jerarquizada, donde las mujeres quedaban relegadas a las labores del hogar, sanar a los heridos o al cultivo de las plantaciones.

La caza había sido provechosa esa calurosa mañana de verano y los más veteranos volvían con un generoso botín, mientras los jóvenes pulían su técnica con la espada y el arco en aguerridos combates hombre contra hombre. Como las cosechas también sonreían a su comunidad, el líder Kull decidió organizar un banquete en honor a los dioses guardianes, invitando asimismo a los pueblos cercanos para que se unieran a la celebración. En general, los cimmeros mantenían una estrecha relación comercial con los poblados cercanos. Se reunían periódicamente en festividades, que siempre terminaban con torneos para que los mejores guerreros mostrasen su destreza ante las expectantes damas.

Cuando todos los asistentes se encontraban en pleno jolgorio, la villa fue invadida súbitamente por una espesa niebla, mientras se escuchaba el sonido estruendoso y lúgubre de una especie de cornetas. Sin que los vigías tuvieran tiempo de reaccionar, un ordenado ejército enmascarado con calaveras surgió entre la niebla para aniquilar salvajemente a los presentes, que contemplaban el espectáculo entre atónitos y presos de un pánico visceral. A pesar de su extensa experiencia en combate, los guerreros de R’lyeh fueron cayendo como moscas ante una temible y sanguinaria fuerza que parecía proveniente del mismísimo Hades.

Tras una matanza despiadada, la oscura hueste abandonó el pueblo. Dejaron las edificaciones prácticamente intactas, como si su único propósito hubiese sido terminar con los cimmeros, para convertir R’lyeh en un pueblo fantasma. Malherido, un joven superviviente se incorporó a duras penas y observó el espantoso escenario: cerca de doscientas personas yacían muertas a su alrededor, incluyendo sus padres. Destrozado anímicamente pero incapaz de llorar, como si fuera incapaz de asimilar lo acontecido, le pareció escuchar un débil jadeo cercano y decidió acercarse. Vio a Kull moribundo, quien con su último aliento le susurró:

– Confiaba en que lograses sobrevivir… Samus. Si te soy sincero, conocía tu secreto. Debes haber sufrido mucho… para ocultar tu condición de mujer ante los demás.

– ¡Mi señor, no nos abandone, déjeme sanar sus heridas!

– Me temo… que mi llama se apaga. Eres mi mejor sucesora… dejo en buenas manos nuestro legado. Busca el oráculo de Ladon… te desvelará tu destino. ¡Que los dioses velen por ti… joven luz de los cimmeros!

Al ver a su líder fallecer en sus brazos, Samus comprendió que tenía que hacer todo lo que estuviera en sus manos para vengar la vida de su familia y de su pueblo. Desorientada, lacerada por sus heridas y sin comprender del todo el significado de las palabras de Kull, abandonó el pueblo a duras penas, preguntándose el porqué de tan abominable genocidio.

Capítulo 2: Recuerdos tormentosos

Después de abandonar R’lyeh, Samus estuvo andando sin rumbo por las afueras del pueblo. Se encontraba derrumbada física y mentalmente, necesitaba sentarse para descansar y sanar sus heridas. A pesar de haber sido milagrosamente la única superviviente de la masacre, las imágenes de aquél fatídico suceso permanecerían para siempre grabadas a fuego en su memoria. Presenciar la muerte de sus seres más queridos, a tan temprana edad, supuso un shock muy fuerte para ella. Sentía una mezcla de rabia e impotencia, su mundo se había desmoronado de la noche a la mañana de un plumazo.

Las palabras de Kull resonaban con fuerza en su mente. Nunca había escuchado hablar de la existencia de tal oráculo, por lo cual desconocía donde podía encontrarlo o qué le tenía deparado el futuro.

En una bifurcación del camino principal, le pareció vislumbrar una especie de ermita no muy lejos de donde se encontraba y decidió acercarse. Encontrándose ya cerca de su ubicación, pensó que probablemente estaba habitada, ya que se conservaba en buen estado. Entonces, se abrió la puerta y de ella salieron dos jóvenes sacerdotisas, quienes se le acercaron apresuradamente y le dijeron:

– Joven guerrero, se te ve muy malherido y perdido. Permítenos cuidar de ti hasta que te sientas con fuerzas de proseguir tu camino. Esta ermita es humilde, pero suficiente para resguardar a cualquier viajero bajo la eterna protección de nuestros dioses.

– Os agradezco de todo corazón vuestra calurosa acogida. Me irá bien reposar y ordenar mis pensamientos.

Le contaron que la ermita se encontraba relativamente cerca del pueblo de Void, liderado por bárbaros sin escrúpulos, por lo que decidieron construir un edificio adyacente, para hospedar a aquellos cautivos que lograban escapar de allí o a viajeros que habían resultado heridos por el camino. Como el culto a los antiguos dioses se extendía por toda la región, incluso los voidianos respetaban la integridad del sagrado recinto. Samus conocía perfectamente la brutalidad de la que hacían gala sus habitantes, por las historias que le habían explicado los veteranos que tuvieron contacto con ellos mientras estaban de caza. Habían invadido muchas de las aldeas cercanas. Sentían un turbio placer en hacer prisioneros a sus vencidos y torturarlos cruelmente, así como saqueaban cualquier objeto de valor, dejando un aura de devastación a su paso.

Resguardada por las vestales, entraron en la ermita y se dirigieron hacia una salita del refugio, situado en la parte posterior del oratorio. Una vez allí, le trataron con hierbas medicinales de manera dedicada, hasta que su condición había mejorado. A pesar de no haberse percatado de ello debido a toda la agitación, Samus tenía fracturada su pierna derecha, por lo que le recomendaron reposo. Se sorprendieron al ver que se trataba de una mujer, ya que la armadura ligera que vestía disimulaba su atractiva figura. Cuando ya habían terminado de sanarla, un anciano de aspecto benevolente se acercó para explicarle:

– Saludos joven viajera. Te encuentras en la ermita de Trent, nombrada así para rendir culto a uno de los dioses guardianes ancestrales, que según la leyenda mora por estos lares. Soy Leaf, el párroco de esta ermita. Imagino que rondarán por tu cabeza muchas cuestiones, por lo que espero poder ayudarte en lo que me sea posible.

– Muchas gracias por su hospitalidad, mi señor. Quisiera preguntarle si conoce el paradero del oráculo de Ladon, pues debo encontrarle, aunque tenga que recorrer el mundo entero.

– ¿El oráculo de Ladon? Si bien sé que Ladon se encuentra protegida en algún lugar perdido entre las montañas de Ródope, lamento decirte que desconocía la existencia de tal oráculo. ¿Por qué lo estás buscando?

Samus le contó compungida su historia. El relato sobresaltó a Leaf, quien se preguntaba qué clase de seres abominables podrían haber provocado semejante mortandad.

– Mm creo que es poco probable que los bárbaros de Void sean responsables de esta salvajada, ya que no concuerda con su manera de actuar. Parece algo totalmente premeditado, como si hubieran querido poner fin a toda tu estirpe, sin que tuvieran la intención de agenciarse trofeos de guerra o de hacer cautivos a sus vencidos para ajusticiarlos. Entiendo que quieras llegar hasta el fondo de este asunto, pero ahora mismo tu cuerpo necesita descansar. Quédate al menos esta noche, un sueño reparador siempre ayuda a despejar la mente.

– Su hospitalidad es inmensa, aunque no quiero ser una molestia. Partiré mañana mismo al alba.

Después de acompañarle a una de las alcobas, Leaf se despidió cortésmente y Samus se acostó exhausta en su lecho. Todavía medio despierta, pequeños instantes de su añorada vida en R’lyeh se agolpaban en su mente. Nació en el seno de una familia humilde. Siempre había deseado ser una guerrera, a pesar de que su madre estuviese en contra. Preocupada por la integridad física de su única hija, le remarcaba lo difícil que sería lograr su objetivo debido a su género, así como quería protegerla a toda costa de los desconocidos peligros del mundo exterior.

Sin embargo, como su determinación en conseguir su objetivo era implacable, decidió cortarse su pelo rubio en una media melena y vendar su pecho para disimularlo bajo la armadura ligera. Se hacía pasar por un varón, aprovechando su alta estatura y su complexión fuerte. Aunque ya tenía una cierta experiencia previa, debido a que practicaba de madrugada cuando nadie la veía, empezó a entrenar la espada y el arco con los demás a los catorce años. Por otra parte, su madre también le enseñó nociones básicas de medicina, para que pudiese sobrevivir en el caso de cualquier imprevisto.

Rápidamente destacó entre sus compañeros y a sus diecisiete se enfrentaba en igualdad de condiciones con compañeros de veinticinco que ya habían experimentado las dificultades de sobrevivir en los alrededores de la aldea. Aunque Kull era plenamente consciente de sus habilidades, la estimaba como si fuese su propia hija, por lo que no quería someterla a demasiada presión. Le juró a su madre que la protegería en todo momento, aunque tuviera que defenderla con su propia vida.

Un año después se produjo la gran tragedia, donde Samus tuvo que sufrir con sus propios ojos la aniquilación de sus familiares, amigos y compañeros de armas. Haciéndose valer de su agilidad y destreza, logró sobrevivir a duras penas, perdiendo la espada que le regaló su padre en el proceso. Lágrimas brotaban de sus ojos, mientras recordaba vivamente en sueños ese día fatídico.

Al día siguiente, nuestra protagonista ya se encontraba algo recuperada, aunque su pierna todavía estaba resentida. Decidió que no quería que los de la ermita se preocupasen más por su bienestar, por lo que estuvo lista para partir cuando el sol todavía no había salido. Se encontró a Leaf esperándole en la salida, quien le indicó amablemente:

– Si te diriges a las montañas de Ródope, primero deberás pasar por la peligrosa Selva de Flidais, siguiendo el camino hacia el norte de donde nos encontramos. Debo advertirte que tomes muchas precauciones, ya que recientemente se han producido avistamientos de voidianos en sus alrededores.

La joven guerrera se despidió efusivamente, agradeciendo todo lo que habían hecho por ella y haciendo el voto de proteger la ermita si alguna vez se encontrara en peligro. Antes de dirigirse a la selva, rogó a Leaf que diesen una apropiada sepultura a todas las víctimas de la tragedia, para que sus nombres fuesen recordados y su memoria honrada adecuadamente.

Pere Guiteras

pere@queensofsteel.com

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