Kadavar + Mantar + Death Alley – 22/10/2017 (Sala Bikini)

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Noche reivival en estado puro si juntamos a Kadavar y Death Alley, con el punto distintivo de Mantar, poniendo el toque más oscuro y violento a una noche que prometía ser puro Rock con pinceladas de psicodelia. Un paquete atractivo para diferentes tipos de público, y así pudimos comprobarlo en una abarrotada Sala Bikini. Los berlineses Kadavar ya se habían paseado anteriormente por distintas salas de la Ciudad Condal, y parece que todas se les han quedado pequeñas. Algo parecido con Mantar, los hemos visto en salas que más bien son bares musicales en veladas muy íntimas (la última como teloneros de Bölzer), y Death Alley era la primera vez que pisaban territorio catalán, pero en realidad era la principal razón por la que me animé a acudir al concierto.

 

 

 

Los holandeses Death Alley empezaron puntuales derrochando energía y pasión. Todo un torbellino. Especialmente su frontman. Verlo era cómo ver a una especie de Iggy Pop, igual de salvaje y con la misma fuerza sin refinar. Todas las miradas estuvieron puestas sobre Douwer, que no dejó de moverse ni un solo segundo. Además la calidad de los músicos que lo acompañan es indiscutible, con una bestia tras el kit que encontramos en Uno Bruniusson y un guitarrista fuera de serie, con mucha personalidad en Oeds Beydals. Rock n’ Roll clásico y con pinceladas psicodélicas y setenteras, pero mugriento y también apunkarrado, y con elementos de Metal. Es como mezclar a los Stooges, con Motörhead y los MC5 en un viaje de ácido causado por Captain Beyond y esa naturaleza pegadiza de BÖC. Los temas más directos, esos llenos de groove y llenos de “boogie” como la propia “Black Magick Boogieland”, que abrió su concierto, y que tiene ese rollo oscuro, funcionaron a la perfección y parece que iban dejando satisfecho al escaso público. Continuaron con “Headlights in the Dark”, que a su vez dio paso a “Shake the Coil”, durante la cual Douwer se bajó a cantar entre el público. Era como estar presenciando alguno de aquellos primeros conciertos de bandas británicas del 77 en pequeñas salas con poca gente. Y es que Death Alley tienen naturaleza Punk. Actitud Rock n’ Roll por encima de todo lo demás. Sin duda, caldearon mucho el ambiente para terminar con la larga y tremendamente psicodélica “Supernatural Predator”. Uno de los mejores momentos de su concierto, sin duda. Clímax absoluto con ese final arrollador que tiene, esa estructura que va escalando poco a poco hasta estallar. Tenía curiosidad por ver cómo transportaban canciones de este tipo al directo, y lo cierto es que en este caso ganó en intensidad. Death Alley lo tienen todo para arrasar. Tienen frescura. Tienen vitalidad. Tienen esa especie de rebeldía escrita con sudor. Convirtieron su concierto en una fiesta en la que todos participamos. No solo disfrutamos de un buen bolo, sino que lo pasamos bien.

 

Mantar fue otra cosa completamente distinta. Fue el punto y aparte. Ya los pude ver como teloneros de Bölzer en la pequeña Rocksound, y no fue en absoluto un concierto de mi agrado. Flojo y muy plano. Insulso. Pero lo que hicieron en Bikini, o lo que una sala como esta les permite, fue otro cantar. Y es que llegué a la conclusión de que el dúo no está hecho para salas pequeñas. Su propuesta está a caballo entre el Death y el Black, con pinceladas casi industriales, pero lo que les caracteriza es su soberbia. Su insolencia. De nuevo, una naturaleza muy Punk. Una esencia muy RNR. Primitivos, pesados y muy oscuros, tocando de lado al público, enfrentándose el uno al otro como en un duelo, acompañados únicamente de una batería y una guitarra con una peladera enorme, y un sonido muy saturado. Y fue más que suficiente para su descarga de brutalidad, de nuevo energía cruda y arrogancia. El público era ya considerable, y se volcó por completo ante la destrucción que ofrecieron Mantar con cortes como “Spit”, “Era Borealis” o el reciente “Pest Crusade”. Y en su desafío, Hanno y Erinc, con esa especie de prepotencia, se desenvolvieron cómo dos auténticos animales. Corrosivos y descarados a partes iguales. Incendiarios.

 

Y sin esperar demasiado, con el escenario ya engalanado con un telón de fondo cósmico (una luna sobre un cielo estrellado) con  el logo del grupo, el trío berlinés Kadavar se plantó sobre las tablas para arrancar con un tema de su última obra, “Rough Times”, despertando al público y mostrándose ya desde el principio como una banda sólida y con ganas. Lupus fue el encargado de animar al respetable y presentar todos los cortes, y así continuaron desplegando todo su arsenal con “Skeleton Blues”, repleto de wah wah y descargando esa crudeza primitiva de los 60 propia de artistas como Hendrix, siempre intercalándose con momentos puramente Sabbath. “Doomsday Machine” fue la siguiente. Primer guiño a su venerado “Abra Kadavar”, para después presentar “Pale Blue Eyes” y “Black Sun”. Cómo decía antes, el vocalista y guitarrista, Lupus, fue el encargado de presentar e interactuar con el público, pero la mayoría de miradas recaían sobre Tiger. Y es que es todo un espectáculo verle tocar la batería. De hecho Kadavar es una de esas formaciones que gana en directo, no solo por resultar más enérgicos y brutales, sino también por su puesta en escena, su solidez pero, sobretodo, porque su sonido gana muchos matices (decir que afortunadamente el sonido fue impecable en todo momento). Por ejemplo “Into the Wormhole” sonó más metalero, al igual que “Living in your Head”, mientras que “The Old Man” cobraba pinceladas casi Prog, y que sin duda fue uno de los mejores momentos de lo noche. La catarsis continuó con “Die Baby Die”. Intensidad palpable. Los pasajes Sabbath, más psicodélicos y densos hicieron acto de presencia con la antigua “Forgotten Past”, donde el público se relajó y se entregó a su atmósfera por completo, como en una simbiosis. Momento de clásicos para una recta final con “All our Thoughts”, la pegadiza “Tribulation Nation” y “Purple Sage”, la última con un peculiar solo de batería. Llegó el momento de los bises, que empezaron con una versión habitual en ellos, “New Rose”, de los Damned. La llevaron por completo a su terreno haciendo que sonara más pesada y muy Sabbath. Pero  el broche final llegó con una muy celebrada “Come Back Life”, para despedirnos así de una noche de revival y pasión ejecutada con una maestría soberbia. Y es que hay bandas que pertenecen al escenario.

Tres propuestas distintas, pero todas ellas compartían algo bajo mi punto de vista: energía y salvajismo en tres maneras muy diferentes. Actitud RNR.

 

 

Tania Giménez
Tania@queensofsteel.com

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